La vida del revés

El reino de la mentira

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04 jun 2019 / 08:14 h - Actualizado: 04 jun 2019 / 11:50 h.
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  • El reino de la mentira

La mentira siempre ha estado asentada cerca del ser humano. Sospecho que, entre otras cosas, es una de las puertas que se debe abrir para que aparezca la conciencia de los niños. Entrar en sociedad es saber que la mentira existe, que puede liberarte de las consecuencias de un conflicto (aunque sólo sea de forma momentánea), que distingues entre lo que parece bueno y malo. Todos mentimos. Alguna vez lo hacemos.

Mentimos para no hacer daño, para hacerlo, para parecer más de lo que somos, incluso para parecer menos. Mentimos sin saberlo, a nosotros mismos, sin justificación alguna, por miedo o por diversión. Cada cual sabrá lo que hace.

Sin embargo, una forma de mentira es temible, sucia y lesiva hasta más no poder. Es la que tiene que ver con cómo se cuentan las cosas y, técnicamente, ni siquiera es una mentira. Omitir un detalle importante sabiendo que existe, dejar caer algo aunque no estés seguro de si es así o no (siempre se sabe que no es así, pero algo de confusión generas en el que escucha), ir sembrando de interpretaciones erróneas lo que uno ha dicho o hecho. Es tan temible como común en la sociedad actual. Y da miedo porque esa fórmula se justifica sin grandes problemas, se acepta como una regla más del juego. Es la trinchera en la que nos encontramos a los que se saben llenos de complejos y tratan de acabar con otros intentando que las cosas se igualen en la ignorancia o en las limitaciones propias del que terminará fracasando haga lo que haga. Por ejemplo, ¿hay mejor forma de colocar a un enchufado que es medio gilipollas en la empresa? Lo que hay bueno te lo cepillas diciendo barbaridades, creando dudas, planteando los asuntos de forma ventajista, llenas la empresa de pobrecitos que no tienen otro sitio al que acudir y dirán que sí a todo, arropas a la criatura que no quisieron en ningún otro lugar y ya tienes todo preparado. Para que tu enchufado trabaje pareciendo algo y para que la empresa se desmorone antes o después. Más antes que después. El mundo se ha convertido en un paraíso para los que llevan la maledicencia a cuestas. Pero en las empresas, también, medran un batallón de mediocres que quieren ser los reyes de los que ven siendo ellos los ciegos. Entre los que crees que son amigos aparecen capullos que parecen divertirse intentando enredar las cosas y haciendo añicos amistades viejas. En la vida política que se ha llenado de bobos a los que les gustaría hacer uso de un poder que se reduce a eliminar todo aquello que les hace sombra. A dañar para salir ilesos.

Y siempre sin dar la cara. Desde la trinchera. Cobardes y necios. Pobres idiotas que no saben que lo único que consiguen es ganar algo de tiempo para naufragar más allá del punto de no retorno.

Una lástima. Y lo peor de todo es que creo no haber mentido ni un poquito en estas líneas.