Viéndolas venir

El relato del relator

Image
Álvaro Romero @aromerobernal1
07 feb 2019 / 08:41 h - Actualizado: 07 feb 2019 / 09:15 h.
"Viéndolas venir"
  • El presidente de la Generalitat, Quim Torra (d), y su vicepresidente, Pere Aragonés, este miércoles durante la sesión de control al Govern en el Parlament de Cataluña. EFE
    El presidente de la Generalitat, Quim Torra (d), y su vicepresidente, Pere Aragonés, este miércoles durante la sesión de control al Govern en el Parlament de Cataluña. EFE

España y Cataluña, como les gusta decir a los independentistas, llevan tanto tiempo relatando, en la acepción que mi madre le da a protestar, que ahora dicen necesitar un relator. Lo dicen los dos, Cataluña y España, como si fueran realmente dos instituciones frente a frente y no una dentro de la otra; y lo dicen porque no les gusta la palabra mediador, notario o celestino, y probablemente relator (así, como palabra llana, aunque alejada del pueblo llano; que lo mismo pronuncian releitor en la intimidad) les suena más a inglés que a latín, aunque el dichoso carguito sacado de la manga de la sinvergonzonería institucional responda a una palabra latina que lleva más de dos siglos en nuestro diccionario y que no significa más que alguien que “relata o refiere alguna cosa”, o sea, que la cuenta, que la narra, que la dice, que la pasa a limpio, como si a estas alturas del mantra catalán pudiera sacarse algo en claro entre tanta patraña y tanto patán, como si un relator o un gladiator nos impidiera ya participar de este circo sin imperio.

El problema de fondo no es solo que este gobierno entregado al espectáculo de mirarse a sí mismo en el espejo del propio gobierno, mirándose gobernar, lo que tiene que hacer y no hace es convocar elecciones, y ni siquiera que a la oposición le vaya la marcha con las mismas manifas de las que antes renegaba, porque hoy vuelven a creer que la política se dirime mucho más en la calle y en el twitter que en el parlamento, sino que unos y otros están vaciando de contenido y valor las propias instituciones encargadas de hacer política, empezando por los propios partidos que deberían jugar en el parlamento, que es su esencial y legítimo terreno de juego; el parlamento español y el parlamento autonómico. No obstante, todo ese ejercicio de vaciado no va acompañado de un vacío salarial, porque cobrar sí que cobran, y cada vez más, en el parlamento español y en el parlamento autonómico. Lo que pasa es que hablar cara a cara ya no sirve, ni en público ni en privado, ni cara a cara ni por teléfono, ni en una sede ni en la cámara, ni a través de un comunicado ni en un medio de comunicación, ni en una tertulia ni en el bar, ni en tu casa ni en la mía. No sirve.

Hablando se entenderá la gente, pero no estos políticos nuevos que necesitan un relator, que es quien toma nota de lo que se va hablando, deja constancia de lo tratado y hace una relación al respecto, tarea para la cual tampoco sirve ya el BOE, que es papel viejo, ni los periodistas, que trabajan para medios comprados. No sirve nadie. Solo el relator. Este relator que ya causa intriga en este imperio de la idiotez circense en el que irrumpe de nuevo el pequeño Nicolás -quién no lo recuerda- ofreciéndose de relator. Seguramente a las próximas elecciones no solo se presenten candidatos, sino relatores. Relatar está de moda, y compensa.