El réquiem del pianista

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03 feb 2018 / 20:54 h - Actualizado: 03 feb 2018 / 20:54 h.
"La trastienda hispalense"

Nació y vivió para la música. A principios de la década de 1940, Valencia meció su cuna con sonajeros de prodigio. Las nanas mediterráneas de levante le arrullaron en sueños de pentagramas... Partituras de ninots con las que compartió sus juegos de niño y sobre las que sembró las semillas de su increíble carrera musical, que terminó cuando Ladislao Kubala jugó cedido al Valencia CF por un solo partido para reforzar al equipo che contra el Glasgow Rangers. Hablamos de 1956, cuando el joven músico se trasladó a Madrid para doctorarse dos años más tarde, con tan solo 17 primaveras, en virtuosismo de piano por el Real Conservatorio de Música de Madrid. Y mientras españoles y marroquíes combatían en la Guerra de Ifni y Las chicas de la Cruz Roja eran el deleite del gran público, Jesús Gluck, siguió estudiando en Alemania para consagrarse como uno de los mejores músicos del panorama nacional, con un gran dominio de la música clásica que le convertiría en el concertista de piano que fue hasta que en 1968, el año de la campaña turística Spain is different, entró a formar parte del mítico grupo Los Bravos.

¿Quién le iba a decir al gran músico que el rock, el soul y la psicodelia iban a integrar su madurez artística, con solo 27 años? ¿Y quién me iba a decir a mí que en 1981, Hispavox fichara a Cantores de Híspalis, entonces trío, para grabar Desde el corazón del pueblo y el arreglista fuera el susodicho y mágico músico valenciano... Mis locuras creativas, por fin, encontraban al cómplice perfecto, la horma de mi zapato, al que le encantaba el progreso, la fusión y enloquecía con la vanguardia, nuestro maestro preferido, con el que firmamos las diferentes y maravillosas aventuras de grabar con la Royal Philharmonic Orchestra de Londres, la Sinfónica de los Ángeles, la London Symphony Orchestra, los Coros del Ejército Ruso de Moscú, los Calchakis y un largo rol de colaboraciones nacionales e internacionales de diferentes géneros musicales, con los que conseguimos la globalización folclórica española, a través de las sevillanas, y la internacionalización de nuestra danza más preciada. Siete millones de discos de sevillanas hasta 1991 avalan el gran trabajo realizado junto al gran pianista con el que prevaleció una amistad eterna que fue más allá de los caminos de la música.

La gran sinfonía de su despedida fue tan magnífica como dolorosa. El réquiem de su último suspiro, entre Ana y Virginia, sonaba a Triana y Museo, a cielo de tracas falleras, cortejo de Cibeles del Foro, latino, piel de toro, sangre y arena, mariachis mejicanos y a Danza del Amor. Sevilla toda contigo. Yo te tengo para siempre. Gracias Maestro. Gracias Jesús Gluck.