El respeto a una leyenda

Rubén Castro Martín continúa siendo el máximo goleador de la centenaria historia del Real Betis Balompié, aunque muchos sigan empeñados en retirarlo del fútbol

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25 abr 2017 / 20:59 h - Actualizado: 25 abr 2017 / 21:07 h.
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De Rubén Castro está usted ya harto de leer siempre lo mismo. Sabe de sobra que la historia lo recordará como uno de los máximos goleadores que han vestido la elástica de las trece barras. De hecho, a día de hoy –y seguramente por muchos años más– es el máximo anotador que ha pisado el verde del Villamarín con la camiseta del Betis. Sobran los elogios cuando se habla del hombre más determinante en la historia reciente de la entidad heliopolitana. Sin embargo, en los últimos meses ha comenzado a imponerse una corriente de opinión que más que ensalzar lo logrado por el ariete, prefiere enterrar estos méritos. No sorprende en absoluto, al menos a quien escribe, pues en Heliópolis la capacidad autodestructiva y el daño a sus leyendas vienen heredados desde antaño. La razón es conocida por la mayoría. El canario llegó al plantel de la mano de Luis Oliver, el mayor enemigo de los béticos hasta hace tan sólo unas semanas, cuando los actuales rectores verdiblancos decidieron abrirle de nuevo las puertas de la casa.

La falta de respeto con la que se viene tratando a Rubén de un tiempo a esta parte es mezquina, ruin y bastante reprochable. Agarrarse a una renovación reciente para argumentar el mimo a la estrella es aún más repudiable. Pues el día que Rubén aclare cómo fue ese proceso, más de uno no va a encontrar un agujero donde esconderse. Y eso que el artillero sigue siendo, a día de hoy, el que más goles ha anotado en lo que va de Liga mal le pese a unos cuantos. De hecho, ha sido así todas las temporadas en las que vistió como verdiblanco. Un mérito menor para los muchos arrimados que dirigen el Betis desde la sombra, aunque su presidente se empeñe en decir lo contrario.

Y es que haber aterrizado en el Villamarín de la mano de Oliver ahora socio de Haro y Catalán es el gran pecado del introvertido jugador. Tanto han querido cargárselo, que hasta hicieron alusión a su compleja situación personal y judicial para quitarlo de en medio. Tan triste como cierto, por difícil que pueda resultar imaginarlo.

Su suplencia en el último partido liguero ante el Celta en Balaídos no deja de ser anecdótica en toda esta cuestión. El futbolista regresaba de un proceso vírico que ya le impidió jugar frente al Eibar. Podría incluso resultar hasta lógico que el entrenador no lo alinease. En definitiva, Víctor es quien mejor sabe cómo se encuentra el futbolista y la única persona legitimada para ello. Lo penoso es que haya quien se agarre a esas dos victorias consecutivas –ha habido que esperar más de treinta jornadas hasta que se produjeran– para reforzar el argumento: Rubén ya no está para ser titular. Dando una vuelta por el apasionante mundo de las estadísticas, la historia cae por su propio peso con echar un simple vistazo a los números. No hay mayor valor para la marca Betis que el refuerzo a sus estrellas. Dejen de maltratar y pisotear el nombre y la figura de alguien a quien tanto le deben y permítanle llegar al ocaso de su carrera con la dignidad que merece.