El roscón sevillano de Reyes

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06 ene 2017 / 22:26 h - Actualizado: 06 ene 2017 / 21:28 h.
"Gastronomía","La trastienda hispalense","Navidad en Sevilla"

Dos siglos antes del nacimiento de Jesús, los romanos festejaban las Saturnales o fiestas en honor del planeta Saturno para celebrar los días más largos que anunciaba el solsticio de invierno. En dichas fiestas se hacían y repartían unas tortas de miel, rellenas de dátiles, higos y frutos secos, con forma de roscas en honor de los anillos de Saturno, al que los romanos consideraban el padre de Júpiter. También era costumbre que los señores escondiesen un haba seca en un difícil lugar de sus casas para concederles la libertad a los esclavos que la encontrasen.

Dos tradiciones que hermanaron los cristianos, en el siglo III, introduciendo el haba seca en la masa del pastel, para celebrar la Adoración de los Magos de Oriente al Niño Jesús, extendiéndose por el mundo con el correr de los años y aunque se tienen datos confusos de su celebración en ciertas regiones españolas en la Edad Media, lo cierto es que su expansión popular en nuestro país es reciente.

Así, en Sevilla, el mismo año que se hundió la iglesia de San Marcos, dejando al descubierto la Capilla Mayor; el mismo año que el Guadalquivir y el Guadaira se pusieron, una vez más, de acuerdo para arriar gran parte de la ciudad; el mismo año que la hermandad de la Lanzada se fue a San Gregorio y la hermandad del Calvario a la Magdalena; el mismo año que la plaza Monumental del barrio de San Bernardo no superó las pruebas de carga en su construcción y necesitó apuntalamiento en varias zonas; el mismo año que el rey Alfonso XIII descubrió el hermoso paraíso del Coto de Doñana y que el pueblo bautizó el espacio de las calesitas de la Feria como Calle del Infierno; ese mismo año de 1917, la antigua pastelería Victoria, inició la fabricación de roscos de Reyes, al más puro estilo francés, formando colas de gentes, ante sus puertas, atraídas por los roscos, todos con su tradicional haba seca en el interior, excepto dos que llevaban una moneda de oro de 25 pesetas y cien que llevaban una de plata de 2 reales.

Roscones sevillanos que cumplen un siglo de historia como la gran Cabalgata que el excelentísimo Ateneo preparó y culminó con el mismo duende de siempre. El gran séquito de la ilusión que corteja a los Reyes Magos de Sevilla. Monedas de acontecimientos hispalenses, endulzadas con azúcar de magia y almíbar de fantasía, que hicieron realidad los sueños inocentes de nuestros niños. ¡Bendita eres, Sevilla, por los siglos de los siglos!