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El suicidio de un torero

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21 may 2019 / 16:41 h - Actualizado: 21 may 2019 / 16:46 h.
  • El diestro Antonio Ferrera en la faena en su primero de su lote, durante la decimotercera corrida de abono de la Feria de Abril de Sevilla. EFE/José Manuel Vidal
    El diestro Antonio Ferrera en la faena en su primero de su lote, durante la decimotercera corrida de abono de la Feria de Abril de Sevilla. EFE/José Manuel Vidal

En Atenas los cuerpos de los suicidados no hallaban lugar en los cementerios, de los que eran apartados; aun hoy se oculta la realidad del óbito de quienes la escogen frente a aquello que llaman vida, no en vano fue Séneca quien, lo ensalzó como el último acto valeroso de una persona libre.

La noticia cuenta que un torero se arrojó de un Puente sobre el lecho de un río, y fue encontrado con hipotermia y un ataque de ansiedad; no estoy seguro que quisiera ser hallado, cuanto menos salvado.

El suicidio ha crecido en un sesenta por ciento en los últimos cincuenta años según los datos de la OMS., hasta el punto de que es la décima causa de muerte a nivel mundial. En España, se llegan a omitir los estados civiles de quienes optan por partir, no sea que demuestre la iniquidad de determinadas leyes.

Qué pasó por la mente del torero, antes de lanzarse por ese Puente de la ciudad de Badajoz, es algo que solo pertenece a él. Sin embargo, al contarse en formato de noticia, ésta ha pasado a formar parte de una segunda muerte: la social.

Y es que probablemente Ferrera tuviera un plan b, cual fuera fingir su propia muerte. Si así fuera, logró su objetivo.

En este sistema plagado de convenciones y tabúes, suicidarse se ha convertido en algo vetado al sentido cristiano de la existencia y forma parte del horror del imaginario colectivo.

Sin embargo, el suicidio nos demuestra el valor; el calculado arrojo de enfrentarse con el propio destino anticipado de nuestra existencia. Y es que el fracaso tal vez no sea permanecer, sino rebelarse.

La imagen del torero permanentemente desafiando a la muerte sorprende por ser a ésta a quien se enfrenta cada dia a las cinco de la tarde. Sucumbir a lo que no se tiene miedo es el mayor gesto de arrojo que se me ocurre. No hay acto más valeroso.

Y es que no hay mayor reto que asumir que tal gesto aprehende póstumamente a quien atribuyes el hecho. A qué humillación o deslealtad ha de atribuírsele. Y es que no se trata de un desprecio a seguir viviendo, sino solo un desdén a la existencia biológica por delante.

En este escenario de devastación, el suicida se venga de quien le mató civil o personalmente.

En este caso, el del torero, como el del notario, o el injustamente apartado de sus hijos por una denuncia falsa de género, el suicidio trata de lo que cantara magistralmente Bambino, “se me va, y no puedo ya luchar ya por retenerlo, este amor se me ha ido muriendo y por eso de mis manos se me va....”

Así las cosas, -ay que vida mas oscura- Ferrera es inmortal y lo será para siempre. El reúne el valor de todos los que quieren y no pueden. El inmenso poder de disponer sobre uno mismo legendariamente.

Así que maestro, va por usted; yo también hallaría alguna causa aunque lo paradógico es que a quien va dirigido, es probablemente el único o la única a quien le es irrelevante y ese es el único laberinto de hecho tan quimérico.

Y una última reflexión, al igual que el más importante periódico de esta ciudad oculta los suicidios supliéndolo piadosa o hipócritamente del escaparate social; ¿era mucho pedir que la noticia fijara una causa súbita de lo que seguro fue una desgraciada y accidental caída atribuida a una deslealtad?

Waiting for a sunny day.