Viéndolas venir

El tío del saco

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Álvaro Romero @aromerobernal1
26 may 2019 / 12:24 h - Actualizado: 26 may 2019 / 12:26 h.
"Viéndolas venir"
  • El tío del saco

La mayor amenaza de las siestas de nuestras infancias, cuando nuestros padres daban cerrojazo a la puerta de la calle y nosotros flotábamos insomnes en aquella humedad vaporosa de los helechos del patio, era que apareciese de un momento a otro el tío del saco. Nunca llegamos a verlo, pero no hizo falta: todos los niños de mi generación sabíamos cómo era. Puede que temiésemos más a los mal Lázaros, que eran varios. Tampoco los vimos nunca, pero los sentíamos perfectamente al otro lado de aquel silencio que nos angustiaba mientras agudizábamos nuestros oídos infantiles, rayados de vez en cuando por el motor canalla de alguna Puch amarilla que atravesaba lo prohibido no demasiado lejos...

Muchos años después, cuando dejamos de asustarnos con el tío del saco y dejamos de asustar a nuestros hijos con aquella fantasía tan poco pedagógica en los tiempos actuales, incluso sonreímos al valorar a los mal Lázaros como una versión tan hispana de los zombis. En realidad, que un Lázaro sea o esté mal lo que quiere decir es que estaba mal resucitado, porque la entidad de Lázaro nos sirve en nuestra cultura cristiana como emblema del resucitado por Cristo, es decir, que un mal Lázaro es un mal resucitado o un muerto no del todo o un resucitado no completamente, lo cual no deja de tener ese tenebrismo que Hollywood calificó de zombi y transformó en aprovechamiento taquillero. Nosotros, más modestos, nos quedamos en la ficción casera que controla a sus niños de puertas adentro...

El caso es que me he acordado del tío del saco porque todas aquellas ficciones que apenas si tenían su correlato real en la calle, pues solo pretendían infructuosamente que los niños nos durmiéramos un rato, no es que se hayan literaturizado, sino que se han literalizado, o sea, se han convertido en tíos literales no para llevarse a niños como nosotros los de entonces, sino para robarles a viejos como nuestros padres de ahora. Se han convertido en una peste, en una mala profesión, lo cual se parece bastante a aquellos mal Lázaros, en una especie de secta sin religión que se aprovecha de la nueva inocencia de los mayores para robarles lo que puedan: un anillo, el resto de joyas de la casa con más valor sentimental que en el mercado, ahorros, objetos de valor, lo que sea.

Aquel tío del saco, aquellos mal Lázaros, se han convertido en ciertos al cabo de los años y somos los niños de entonces quienes hemos de cuidar de quienes los inventaron en la ingenuidad de sus cuidos para que no caigan en la trampa de sus descuidos. La literatura es siempre profética. El amor, siempre cíclico. El mal, eterno.