El triunfo de la confederación

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06 ago 2017 / 11:18 h - Actualizado: 06 ago 2017 / 11:18 h.

De entre todas las vías posibles para sortear el desafío secesionista catalán, me quedaría por su extravagancia con la de un modelo confederal para una república española. Sus promotores, entre los que se encuentra la alcaldesa de Barcelona, no entran en muchos detalles a la hora de explicar en qué consistiría esta forma de organización política de base territorial, y no es difícil imaginar porqué. Básicamente porque el resto de denominaciones que servirían para bautizar un nuevo pacto territorial están ya ocupadas por otras formaciones políticas que, además, se han preocupado de dotarlas de contenido, algo que en estas lides aparece como el mejor título de propiedad. Veámoslo: el PP se identifica con la Constitución del 78 interpretada a su centralista manera, es decir, como el pacto garante de su unidad y permanencia; el PSOE ha hecho bandera del término federación, aunque ahora coquetee con la etérea plurinacionalidad para diluir la igualdad que se asocia a la idea federativa, una maniobra que le evitará incurrir en contradicción cuando articule el discurso diferenciado que permita el «encaje» de Cataluña; por último estarían los irredentos secesionistas, que han adoptado como divisa palabras muy mayores como soberanía, su blasón más potente y visible, al tiempo que su gran debilidad.

Pues bien, como en política es fundamental diferenciarse del adversario y quedaba muy poco entre lo que elegir, no era extraño que apareciese la idea confederal. Reconozcámoslo, puestos a enredar somos los mejores, campeones mundiales, imbatibles en eso de ponernos a discutir sobre cosas que ni siquiera nos interesan. ¿Alguien sabría decir qué es una confederación? ¿Existe alguna, no pregunto si exitosa?

Cuando se habla de confederación hablamos de un acuerdo entre Estados y no entre personas. El gobierno confederal no hace leyes para los ciudadanos, sino para los Estados que forman parte del acuerdo asociativo. De hecho no hay ni siquiera una cámara común que represente a todos los ciudadanos, sino un senado (dieta federal) donde los Estados están representados en pie de igualdad. La confederación, el gobierno central, no tiene prácticamente competencias, sino que estas siguen perteneciendo a los estados que la integran. En el caso de que un Estado parte no adapte su legislación para dar cumplimiento a lo decidido en común, sólo queda el recurso a la fuerza (bélica) para obligarle. En fin, la confederación tiene razones sobradas para no haber sobrevivido al tiempo. Ni siquiera la Unión Europea con todas sus imperfecciones es una confederación, sino mucho más.

Cuando Hamilton abogaba por la federación frente a la confederación para defender la Constitución de los EEUU argumentaba «la insuficiencia de la Confederación para conservar la Unión». Tal vez sea esta la idea, disolvernos pasito a pasito.