El turista un millón

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08 ago 2017 / 21:29 h - Actualizado: 08 ago 2017 / 21:30 h.
"Fin de pista"

Lo cantaban Cristina y Los Stop en la yema de la década prodigiosa que sirvió de estreno a la emergente clase media española. «El turista un millón, novecientos noventa y nueve...», más que un tema de moda, no dejaba de ser un canto a aquella España optimista que había lijado las grisallas de la autarquía y contemplaba que su mejor industria, lejos del INI, estaba en las escuadras de suecas que se revelaban como diosas imposibles en las playas de finales de los 60. Buscaban paella, sangría, y como en los versos de Antonio Machado, «la sangre de los toros y las sedas y los oros».

Ha pasado mucho tiempo desde entonces y esas nórdicas imponentes que envenenaban los sueños de los españolitos son hoy abuelas. Pero sus nietos siguen acudiendo a la llamada del sol de esta vieja piel de toro. Eso sí: los modos, ay, han cambiado mucho desde entonces. Mientras tanto, el turismo, siempre el turismo, vuelve a revelarse entre la espuma y el humo del verano como una nueva piedra de toque para los que quieren desmontar España desde sus cimientos para convertirla en un engendro indigerible.

Es verdad que la gestión y la tutela de los millones de visitantes que se dejan los caudales –cada uno según su forma y bolsa– en este rincón de Europa debe ser mejorada para hacerla compatible con la vida cotidiana y los auténticos valores de los destinos elegidos. Pero también es cierto que dinamitar esa espita de riqueza sólo sirve para tender un nuevo puente hacia al abismo. Y ya se han construido unos cuantos...