El viejo y el bar

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17 jun 2017 / 22:15 h - Actualizado: 17 jun 2017 / 22:15 h.

Llovía un poco aquella tarde en que esperábamos para asistir a un acto en el Ateneo y nos refugiamos para tomar un café en un pequeño local del centro de Sevilla. Atendía la barra una mujer de mediana edad, con quien los pocos clientes que había a aquella hora conversaban desde sus mesas de una cosa y otra, en un tono muy familiar según me pareció entrever. Era tan chico el salón como el de una casa, pero no tanto como para que no dispusiera, salpicadas, de unas diez o doce mesas dentro y otras pocas más en la terraza exterior.

Me hizo gracia la cháchara; «qué fría se ha puesto la tarde, vengo de la peluquería y allí tenía calor, pero ahora voy a sacar el foulard», decía una señora de esas superarregladas que huelen a perfume de los de antes. «Pídanse ese dulce, que está buenísimo», nos recomendaba otra viéndonos delante de la vitrina pastelera sin decidirnos. «Chicos, llevaos un paraguas de ahí, ya me lo devolvéis mañana», le insistía la empleada desde detrás de la barra a una pareja joven que esperaba en la puerta a que cesara la lluvia, que por entonces había arreciado.

Me hizo gracia no por nada, sino porque aquel bar y aquella clientela tenían sin duda mucho recorrido juntos. Se lo dije a la mujer de la barra: «Aquí se podría grabar una serie de televisión de esas en que los protagonistas son los clientes y sus problemas. Dan todos la sensación de estar en el salón de su casa». Ella también se rió, asintiendo. «Dice que parece que estamos en casa, Esperanza», dirigiéndose a la señora que venía hecha un pincel. «Cuéntale lo del abuelo, cuéntaselo». El abuelo, según relataban, era un cliente fijo al que la lluvia no nos dejó conocer. Venía a diario con la interna extranjera que lo cuidaba. La muchacha empujaba su silla de ruedas; «ahí, ese es su sitio», señalaban la mesa junto al ventanal; lo ayudaba a sentarse y le pedía su café. El abuelo allí, bien compuesto, con su café por delante. Y entonces empezaba el desfile. El hijo, los nietos, la hermana, los sobrinos. Todos venían a visitar al abuelo. Al bar. En vez de recibirlos en su casa, tal vez en pijama y sin arreglar, ese señor nonagenario prefería ponerse guapo y bajarse al bar. Quienes querían verlo sabían dónde buscarlo, y todos los días, sin faltar uno, allí se juntaban, según nos dijeron, seis o siete personas que venían a ver al abuelo. A estas alturas del relato, la chica de la barra y la clienta reían de buena gana, básicamente porque todo aquel protocolo (esa familia sí que se sentía como en su casa) se llevaba a cabo sin más consumición que el café del abuelo, que ya es tomarse confianza con el establecimiento.

Un 65 por ciento de los españoles piensa que los bares son un símbolo de nuestra cultura, y siete de cada diez considera el bar como su lugar favorito para encontrarse con los amigos. El estudio lo han realizado la Federación Española de Hostelería y la compañía Coca-cola, en el contexto de su campaña promocional Benditos bares. Somos el país con más bares de toda Europa. Aquí tenemos, según el informe, exactamente 101.397 bares, que hacen una media de 2,8 por cada 1.000 habitantes. Esta media la hace trizas un pueblo del pirineo aragonés, Sallent de Gállego, que registra una tasa de 15,7 por cada mil habitantes y es el que ostenta el récord nacional de establecimientos en relación al número de habitantes. Será que están muy aislados allá arriba en las cumbres pirenaicas y necesitan más lugares donde distraerse.

Lo dicho: somos un país de bares y a la luz de estos datos no resulta tan descabellada la historia del abuelo. Unos amigos escoceses me dijeron que los españoles preferíamos quedar en el bar mejor que en casa porque en el fondo no nos gustaban mucho las visitas. Puede ser. Pero lo cierto es que en nuestros bares se puede uno reunir, tapear y charlar (sin tener que cocinar ni limpiar luego la casa) a un precio que no se ve en ningún país de Europa. Al abuelo de nuestra historia, concretamente, la reunión familiar parece que le sale cada día por el precio de un café.