En el cincuentenario del Camino Neocatecumenal

La carta del arzobispo

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14 jul 2018 / 20:27 h - Actualizado: 14 jul 2018 / 20:29 h.

Queridos hermanos y hermanas: el sábado 5 de mayo, una muchedumbre de cerca de 150.000 personas se dio cita en Tor Vergata, en los alrededores de Roma, en torno al papa Francisco, para dar gracias a Dios en el cincuenta aniversario de la llegada a Roma del Camino Neocatecumenal. Los peregrinos provenían de España y de toda Europa, de todas las naciones de América y hasta de Mongolia, Australia y la Isla de Guam.

Conocí a Kiko Argüello en la noche de un sábado de finales de mayo de 1967 en el Seminario de Sigüenza. Estudiaba el último curso de Teología. El Orfeón Donceli, con el coro del Seminario, grabamos los dos primeros discos de Kiko para el sello Pax de PPC. Cada vez que oigo las canciones Hacia ti morada santa, Amén Amén, Amén o Resucitó, recuerdo con nostalgia aquella larga noche, en plenos exámenes, en la que cantamos hasta el amanecer. A partir de entonces seguí con interés y con asombro el prodigioso desarrollo de Camino, que hoy está presente en 134 naciones de los cinco continentes, con 20.000 comunidades en más de 6.000 parroquias y cerca de 2.000 familias en misión en ciudades de todo el mundo necesitadas de un nuevo anuncio del Evangelio. En los últimos veinte años el Camino Neocatecumenal ha abierto 120 seminarios Redemptoris Mater, de los que ya han salido 2.400 sacerdotes mientras 2.300 seminaristas se preparan para la ordenación.

Personalmente tengo una gran estima por el Camino, un verdadero don de Dios para la Iglesia de nuestro tiempo, camino providencial de conversión y de vida cristiana para centenares de miles de hombres y mujeres de todo el mundo. No dudo de que su origen es el Espíritu Santo, que se ha servido de Kiko Argüello y de Carmen Hernández, para suscitar en la Iglesia un carisma fundamentalmente laical, que busca la vuelta al Evangelio químicamente puro, como lo vivían las primeras comunidades cristianas, como nos aseguran los Hechos de los Apóstoles. Buscan además anunciar a Jesucristo a nuestro mundo con entusiasmo, con desenvoltura, sin vergüenza y sin complejos, conscientes de que éste es el mejor servicio que pueden prestar a nuestro mundo, pues Jesucristo es la única fuente de esperanza que nunca defrauda.

Conozco a muchos matrimonios del Camino generosísimos en la transmisión de la vida, que han formado familias cristianas ejemplares, algunas de las cuales, padres e hijos, han marchado a la misión, dejando sus trabajos y sus casas, confiando en la providencia de Dios, que cuida de los pájaros del cielo y de los lirios del campo. Muchas de ellas vienen a que el arzobispo les dé la bendición antes de marchar. Me admira su fe, su confianza en Dios y su ardor apostólico. Soy consciente de que el Camino ha sido blanco de críticas e incomprensiones, fruto de prejuicios fáciles que se disuelven cuando uno se acerca a sus miembros sin apriorismos y con sencillez de corazón.

Felicito al Camino Neocatecumenal en este aniversario y me uno al Te Deum que sus miembros cantaron con el Papa Francisco el pasado 5 de mayo. En él reconocieron que su nacimiento, su prodigioso desarrollo y todo el bien que ha hecho en este medio siglo es obra de la gracia de Dios, pues como dice san Pablo, ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que da el incremento (1 Cor 3,7). Agradezco de corazón el bien que el Camino está haciendo a la Iglesia y el mucho bien que ha hecho y sigue haciendo en nuestra archidiócesis.

Queridos hermanos y amigos, miembros del Camino: antes de concluir esta carta semanal, quiero deciros que el Señor cuenta con vosotros para seguir anunciando su nombre por doquier. Cuenta también con vosotros la Iglesia diocesana de Sevilla. Desde el afecto que os profeso y que en estos años os he manifestado muchas veces, permitidme que os encarezca que viváis la inserción real en la Diócesis. Huid de la tentación del ensimismamiento. Sed fermento y levadura en vuestros barrios y en vuestros lugares de trabajo para transformar la masa de la sociedad según los criterios del Evangelio.

Insertaos con sencillez en vuestras parroquias, colaborando con todos los grupos y viviendo la auténtica comunión. Sed apóstoles y miembros activos y dinámicos de vuestras comunidades parroquiales. Sed luz y sal. Mostrad a Jesucristo a los hombres y mujeres de hoy. Mostradles cómo el Señor ha transformado vuestras vidas, iniciando en vosotros una preciosa historia de salvación. Sed heraldos de la Nueva Evangelización, con la palabra y con el buen olor de Cristo, es decir, con el testimonio luminoso, convencido y convincente de vuestras obras. Amad y obedeced siempre a la Iglesia, en cuyo seno habéis renacido a la fe. Que la Santísima Virgen os proteja, os defienda y os aliente con su amor maternal.

Para vosotros, para vuestras familias y para todos los fieles de la archidiócesis, mi saludo fraterno y mi bendición.