Acabó este junio de elecciones. Enhorabuena a los que llegan a trabajar, gracias a los salientes y también a quienes no habiendo sido elegidos estaban dispuestos a entregar su tiempo, y hasta su dinero, en favor de las cofradías. Ahora que todo se estudia desde el punto de vista de la economía y se señala con cifras el impacto que cualquier celebración pública tiene en beneficio de su entorno, me gustaría que algún especialista, en sus ratos perdidos, hiciera un cálculo de las horas que tantos sevillanos dedican gratis et amore Dei a sus hermandades. No se dice casi nunca que si no fuera por esto ni habría cultos, ni obras de caridad, ni procesiones que valgan. Sería imposible sostener tanta labor como se hace desde las cofradías para la Iglesia, sus fieles y los necesitados, —cualesquiera que estos sean—, sin ese concurso de un ingente número de horas trabajadas sin percepción dineraria alguna. Todos merecen mi reconocimiento, con independencia de los logros conseguidos y hasta pasando por alto la diferencia de pareceres que me merezcan sus actuaciones. Exceptúo de esta lista a quienes cobran por la vía que sea, a quienes dimiten por no calibrar el esfuerzo que un cargo necesita y a quienes por incompetencia o comodidad solicitan personal que haga, a tiempo parcial y a costa de las arcas de la mayordomía, lo que a ellos se asigna expresamente en las reglas del puesto que juraron. A todos los demás, mi más sincero agradecimiento.