Con la gran alegría de que el cantante estadounidense Bob Dylan haya sido galardonado con el premio Nobel de Literatura 2016, me siento de nuevo en mi particular trastienda sevillana, recordando aquellos versos musicales de Blowin in the wind, cuya traducción me cameló cuando cambié mis pantalones cortos por largos de igual forma que me sigue fascinando ahora... ¿Cuántos caminos debe recorrer un hombre, antes de que le llames hombre? ¿Cuántos mares debe surcar una blanca paloma antes de dormir en la arena? ¿Cuántas veces deben de volar las balas de cañón antes de ser prohibidas para siempre? La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento. Cantautor en el más amplio sentido etimológico de su significado, según la RAE, cantante, por lo común solista, que suele ser autor de sus propias composiciones, en las que prevalece sobre la música un mensaje de intención crítica o poética... Así Dylan supo construir, a la medida del tiempo, sobre cimientos encofrados de puro folk, una gran torre de música popular, a modo de fortaleza, porque sus ojos azules vieron lobos alrededor de un recién nacido entre 10.000 oradores cuyas lenguas estaban rotas, por eso pregonó al mundo: «Y es dura, muy dura, la lluvia que va a caer». Una lluvia que lo empapó de manos señalándolo como el gran icono de plataformas de la tierra en contra de la opresión, la injusticia, el abuso y las guerras, hasta el punto que, por miedo o pudor, nadie lo sabe, corrió a refugiarse en un bunker de rock para vomitar, como él mismo dijo, 20 folios de poemas surrealistas con los que elevó a las alturas un rascacielos al que llamó Like a Rolling Stone, fabricado con piedras rodantes y considerado el mejor tema de la historia de la música, porque cuando no tienes nada, no tienes nada que perder. Y sin miedo a que le descubrieran sus cartas en la manga del ingenio, se conjuró con el rock, el blues y el country, un trío de ases que convirtió en escalera de color tras múltiples obras en las que nunca olvidó su alma de cantautor popular, volando sobre una alfombra mágica de manuscritos caligrafiados con letras sociales, políticas, religiosas y sobre todo profundamente literarias, incluso para contar la historia del boxeador Rubin Carter Huracán, sometido a un juicio, que fue un circo, del que salió injustamente sentenciado a la jaula de los leones, cuando el verdadero destino del púgil negro era ser campeón del mundo. La corona que, buscando similitudes, ha ganado Bob Dylan en el ring sueco del Nobel de Literatura, por haber creado la fusión entre la poesía (su expresión personal de escribir) y la música popular de Estados Unidos. Desde Sevilla, enhorabuena Bob. El mundo de los cantautores lo celebra contigo. ~