Entre el desfile permanente y la ópera sacra

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22 jun 2019 / 10:00 h - Actualizado: 22 jun 2019 / 10:04 h.
  • Entre el desfile permanente y la ópera sacra

Resonando todavía el impresionante despliegue del Día de las Fuerzas Armadas en Sevilla, se quedó en tintero un texto -obra y gracia de mi sobrecargada docencia universitaria- sobre la peculiar relación que tiene la ciudad con el ámbito castrense en concreto, y aprovechando que el Corpus pasa por el Guadalquivir, de la tremenda hipérbole barroca que se logra al combinarlo con lo religioso. Por la primera cuestión apruebo este tipo de operativos en la medida que sirvan para crear una conciencia general del papel que nuestras fuerzas armadas tienen y desarrollan con efectividad y buen cumplimiento. Aunque personalmente he visto numerosos operativos, jornadas de puertas abiertas, desfiles o exposiciones temáticas militares, los actos desarrollados en nuestra urbe batían récords en material y escenarios: una flotilla naval de la Armada y el Servicio Marítimo de la Guardia Civil compuesta por cazaminas, patrulleros, lanchas de desembarco y submarino que subía por el gran río, pasando por la tribuna visual en Coria y Gelves hasta fondear en el Muelle de las Delicias; en Plaza de España y Parque de María Luisa abundante material rodante y técnico del Ejército de Tierra, Infantería de Marina, Ejército del Aire y Unidad Militar de Emergencias. Entre semana y frente a calle Betis, ejercicios de asalto y rescate de operaciones especiales con lanchas y helicópteros de ataque y transporte, instalación de puente flotante por el Regimiento de Pontoneros y Especialidades de Ingenieros 12, y exhibición de unidades cinológicas y de enganches en Maestranza. El día del desfile, agrupaciones de a pie, caballería, el equivalente a un batallón mixto mecanizado esperando su turno de arranque en Torneo, y un granado desfile aéreo con lo mejorcito de unidades de caza, transporte, enseñanza y utilitarios. ¿Alguien da más? Híspalis se desbordaba y se exportaba en redes sociales y medios de comunicación con anécdotas de gracejo espontáneo al bailar una guardia civil con tricornio con soldado esquiador-escalador de blanco sobreuniforme, todo al son de la banda de compañeros. El público se aglomeraba en todos los espacios como si fueran pabellones de la Expo 92 y el ambiente generaba una capacidad expansiva sobre habitantes y foráneos, encajando todo este caos potencial en una efectiva armonía que te deja con una cierta sensación volátil.

Pero no hay descanso que valga y llega la fiesta de la Eucaristía para sus fieles y por ende, para la totalidad. La realidad aumentada por decreto implica que la noche previa vuelve a ser una extensión del día de autos y como puedo experimentar, se hace multitudinaria. De hecho sufro una catarsis ante la competición de altares y el tumulto gregario que emula una madrugá 2.0. Cruzo calles abarrotadas y en las plazas, bandas procesionales tocan nuevas marchas compuestas con dolido toque fúnebre o con cornetas que recuerdan el toque a degüello de Río Bravo o El Álamo; lo trufamos con notas de pasodoble, copla popular y marcha militar y tenemos una orgía sensorial que no deja mucho espacio libre al pensamiento. A toque marcial de tambor danzamos con cualquier excusa, bebemos el elixir cervecero y nos gritamos conversaciones sin transcendencia de elogios a la colocación de paños y tapices o al conjunto floral de espiga y clavel, que junto a las luces de los faroles generan ambientes y rituales más propios del Corazón de las Tinieblas. Los guiris deben tener un trance psicodélico que recordarán cuando lleguen a sus terruños de origen. Por la mañana, la festividad y el efecto bucle prosigue al contemplar la kilométrica procesión circular donde la ciudad contempla a la ciudad...todo un ejercicio digno de psicoanálisis. En el cortejo admiro estupefacto lo variopinto del colorido sacro, el romero que se pisa y embriaga aún más, la simbología e iconología en cada paso, los santos y patrones, el Niño Jesús, la Inmaculada, la Santa Espina y la Custodia, y por supuesto el factor humano con la exhibición social sin antifaz de la pertenencia a hermandad respectiva, los niños carráncanos, seises, seminaristas, diáconos, Cabildo, Universidad, Corporación Municipal y un sinfín de colectivos que me sobrepasa la memoria. ¿Qué falta?...sencillo, más uniformes: policía local de gala, miembros de la Real Maestranza de Caballería (el profano no los distinguirían o pensarían que son rescoldos del Imperio Austrohúngaro), discretas cruces de la Orden de Calatrava y mandos militares y de las fuerzas de seguridad con el medallero al completo. El cortejo termina con banda y secciones armadas de Logística, Artillería Antiaérea y Fuerzas Aeromóviles del Ejército de Tierra, entre vítores y aplausos en un totum revolutum.

Es como si sacáramos soldaditos de plomo de todas las combinaciones posibles para disfrute lúdico de mayores, todo mezclado que no importa. En el fondo da igual que sea la cabalgata de los Reyes Magos, las Cruces de Mayo, la salida y entrada de las hermandades del Rocío, la Feria de Abril-Mayo, la iluminación de fiestas navideñas, o una Semana Santa de 10 días que admite todo: escuadrón extinto de caballería de la Paz, otro de húsares a caballo para el Carmen Doloroso, guardia judía del Sanedrín para La Milagrosa, o unos clásicos armaos de la Macarena o legionarios del Santo Entierro; me dejo a un lado las inspiraciones múltiples de los uniformes de las bandas de música, que van desde el pickelhaube prusiano hasta una versión clonada de la Benemérita. Conste que hay una parte remota de esta entrega a los sentidos básicos que me puede conectar y hasta entender, pero con sinceridad...si no se aporta una necesaria racionalización, el efecto es delirante. Está muy bien escuchar la banda del Soria 9, pero el ciudadano debería saber la historia del regimiento allá por un 18 de Julio cuando era el Granada 6, que muchos nombres ha tenido. Un pequeño puede disfrutar viendo una aeronave o subiendo a un carro de combate, pero cuando se hace una foto con un fusil Barret de tirador de precisión, debería saber que no es un juguete y creo que le aterraría la visión del efecto que deja un calibre 50 en un cráneo. Que nuestra etiqueta mediática al exterior sea la de unos jóvenes con histeria colectiva a la salida de la Virgen en su barrio, a mí me da que pensar. Convertir las calles en un permanente escenario operístico y coral de la exaltación de una fe es revisable, en especial frente a otras corrientes alternativas. Al final el tópico va a ser real y todos los sevillanos tenemos que ser graciosos y vivir en constante festejo tradicionalista con tintes rancios y nostálgicos. Parece batalla perdida en la ciudad de Ocnos establecer una cultura racional de separación de los ámbitos civiles, sacros y militares. El monocultivo cultural e ideológico se acerca a un adoctrinamiento que por higiene convendría revisar y ver a dónde conduce. Sevilla es una ciudad espectacular pero no puede ser un espectáculo permanente, y mucho menos irreflexivo.