Cuaresma 2018

Esa fragancia tuya

Tengo ruido en mis adentros, están abriendo en canal el armario en el que guardo toda mi vida. Sevilla está regresando con el perfume de siempre. Y me hace llorar

24 feb 2018 / 22:50 h - Actualizado: 24 feb 2018 / 23:38 h.
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Sin tiempo para firmar la paz con mi corazón, sin margen para alzar el telón, sin copa en la mano para brindar, te presentas de nuevo en mi vida, callada y hermosa, con el pelo recogido aún pero con los tacones ya puestos y ese vestido abrazado a la cintura de tu cielo que anuncia tantas noches hermosas. Tú eres, Cuaresma, la razón de esta locura.

Otra vez abres la puerta de mi recuerdo sin pedir permiso y descerrajas el portal de mis ausencias. ¿Qué es la vida si no una permanente sucesión de pérdidas? Sólo tú, Cuaresma, regresas siempre con el mismo perfume, con la misma elegancia que apareciste la última vez, sin ruido de afuera. Con ruido de adentro. Traes en la mano la llave del armario de Nuria, abierto ahora de par en par. Hueles tanto a Sevilla que está a punto de reventar la habitación de mi pensamiento.

Yo sé que el futuro es cada vez más corto, más breve, que el tiempo pasa para quienes estamos enamorados hasta los huesos de esta manera tuya de ahondar en la herencia del caudal de sangre que conduce la fe de padres a hijo en una cadena interminable que le da un millón de vueltas a la Catedral de nuestra historia. Sé que pasamos y te quedas, con ese mismo aroma de mujer, con esa misma cintura, con el mismo pelo tantas veces revuelto, desordenado, cayendo sobre un rostro tan hermoso que aún no ha nacido la persona que acierte a describirlo.

Sé que pasaré, que pasaremos, y que tú seguirás aquí, haciendo llorar a quien nazca bajo el hechizo que ahora baila alrededor de la higuera de la fantasía. En unos días te quitarás esos tacones, y andarás descalza por una alfombra de cera multicolor. Y todos nos volveremos para verte pasar y mirarte a los ojos al mismo tiempo que perdemos la cabeza. Por ti.

Has vuelto, como haces una vez al año, porque sabes que te necesito, abriéndote paso en el reloj de mis sentimientos, modificando las agujas y atrasando las lágrimas. Estas caricias son de las manos de siempre, esta fragancia es la tuya, recién duchada y aún desnuda. Huele a ti en todas las calles, en la madera y en el alquitrán. Huele a ti en las miradas y en las puertas de las iglesias, en los nervios y en las colas, en los altillos y en los altares.

Están los clarinetes moviéndose, inquietos, en sus cajas. Los antifaces abren y cierran los agujeros de los ojos y laten los escudos en los pechos y en los hombros de las capas, limpias para recibir con pureza la Inmaculada Concepción de María. Y sigue sin aparecer él, ese hombre que me enseñó este aroma, que abrió aquel tarro para dejar escapar aquel olor que entró en mis entrañas y en este momento me hace llorar. De recuerdo, de pena, de alegría, de infancia, de herencia. De Semana Santa de Sevilla.