Escriterapia

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22 sep 2016 / 16:59 h - Actualizado: 22 sep 2016 / 17:01 h.
"Excelencia Literaria"

Escriterapia

Autora: Beatriz Fdez. Moya. Ganadora de la IV edición

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¿Puede alguien explicarme por qué, cuando la vida se tuerce, lo primero que sacrificamos son nuestras pasiones? Será porque creemos que cuando algo va mal, no tenemos derecho a hacer nada que nos haga felices. Será porque aún no nos hemos dado cuenta de que estar bien no puede depender sólo de las circunstancias externas.

¿Por qué en esos momentos de confusión nos empeñamos en alejarnos de la gente que nos quiere? Será porque pensamos que un problema sólo se hace realidad cuando lo contamos. Será que al crecer decidimos hacernos autosuficientes. Será que al hacernos mayores nos avergüenza mostrar nuestros fallos, como si en vez de seres humanos fuésemos máquinas.

¿Por qué nos refugiamos en el trabajo? Será porque pensamos que mantener la mente ocupada es mejor que salir en busca de soluciones. Será porque nos engañamos al decir que basta mantener el cerebro ocupado para que los miedos se evaporen.

¿Por qué intentamos comportarnos como si todo nos fuera bien? Será porque no nos vemos pidiendo ayuda.

Lo reconozco sin pudor: yo he hecho todas esas cosas.

Hace unos meses, cuando las circunstancias de la vida acabaron por agobiarme, dejé de escribir. Ponía el móvil en silencio, me pintaba los labios de carmín y esbozaba de manera permanente la sonrisa que se espera de quien acaba de soplar las velas en un cumpleaños. Conseguí convencer a todos los que me rodeaban: ¡mi vida era estupenda! Se olvidaron de mi afición por el teatro durante los años escolares. Pero los magos no creen en la magia, pues todos sus números se sostienen en trucos, así que los problemas seguían junto a mí en cuanto se bajaba el telón y desaparecía el pintalabios.

Ahora sé que dos cabezas piensan mejor que una, que cuando compartes un problema lo divides por la mitad (o en tercios o en cuartos), que los errores pueden acercarnos a los que más nos quieren y que no basta maquillar los problemas para que desaparezcan. Ahora sé que siempre tenemos personas que conocen que no estamos bien, pero que fingen no darse cuenta para no empañarnos la fantasía. Son a las que, cuando nos preguntan «¿te pasa algo?», no deberíamos responderles: «Nada. ¿Por qué?». Ahora sé que el primer paso para que puedan ayudarnos es dejarles entrar.

Soy una chica de veinticuatro años, cuyo punto de vista está y estará siempre condicionado por sus circunstancias. Por eso no pretendo convencer de nada, ya que la única respuesta a las preguntas que el lector pueda hacerse se encuentra en él mismo.