Se ha afanado el PP en fabricar una estrategia que nos haga creer que la corrupción de su partido es algo del pasado y de unos cuantos señores que ellos rápidamente colocan en el santuario de la golfería. Los Rajoy y compañía tras el sustantivo ese señor hacia alguien de su partido, sueltan la lengua de improperios de ahí te quiero ver. Acto seguido viene el recurso al victimismo, ese de ser ellos los mayormente afectados por las prácticas de ese señor para seguir enarbolando la bandera contra la corrupción en España. Hay que reconocer que los gurús de sus bambalinas lo han montado bien y, podridos hasta las cejas por las malas artes de la corrupción, hasta ganan elecciones con ese montaje que hay quien lo cree.
Pensaba Albert Rivera que la firma de Rajoy y compañía eran firmas de fiar, que un partido capaz de pudrir las estructuras del Estado en beneficio propio, iba a cumplir con él el cometido de crear una comisión de investigación sobre la financiación que esos señores llevaban en el PP de sobres en Génova, cuentas en Suiza o tarjetas blacks. El Rajoy de la mala leche sacó su discurso bobalicón la pasada semana para dejarle cara de tonto a su socio Rivera. La comisión, dijo, «la podemos crear en el Senado», es decir, allí donde el PP tiene mayoría absoluta para no investigar nada. La imagen de Rivera desde su escaño diciéndole que tenía mucha cara quedará para los anales de la historia del Congreso. El último episodio lo escribe la polémica Aguirre en Madrid; seguramente comienza un nuevo circo de esos señores.