Estamos desapareciendo

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Álvaro Romero @aromerobernal1
05 mar 2018 / 22:22 h - Actualizado: 05 mar 2018 / 22:24 h.
"Viéndolas venir"

En España existen –o no– ahora mismo más de 4.000 personas desaparecidas a las que sus familias buscan desesperadamente. La mayoría aparecía cada mañana bajo el embozo de sus sábanas, aparecían por la puerta de su casa, por la escuela o el trabajo y seguían apareciendo día a día en la vida cotidiana de sus seres queridos, hasta que, de buenas a primeras, se convirtieron en desaparecidos oficiales. Ahí siguen, nadie sabe dónde. Tantos son, que desde hace unos años ocupan un día del calendario: el 9 de marzo, el Día de las Personas Desaparecidas.

El último caso mediático es el de un niño de la dramática Níjar (Almería), Gabriel Cruz, que desapareció entre la casa de su abuela y la casa de unos conocidos a menos de cien metros... Su estampa de ocho añitos nos escalofría el alma porque pensamos en cuántas veces salimos de la casa de la nuestra sin pensar que hubiera otro mundo a la vuelta de la esquina. Sin duda, lo hay. Ese mundo invisible y creciente que, en los últimos años, mientras cambiaba el mundo sin que nos diéramos cuenta, mientras el tráfico conquistaba avariciosamente la calle y enclaustrábamos a nuestros niños en el pisito, se tragó a la pequeña Mari Luz o al pequeño Yeremi Vargas, entre otros tantos...

La infancia, hasta no hace demasiado, era el territorio de la libertad en un mundo reducido e infinito a la vez; de los llanos al viento, de los pelotazos al atardecer, de las pandillas por la manzana y los corros en los postigos. Pero hoy se ha convertido en el estrés de los coches en doble fila, de las extraescolares, de las pantallas nodrizas y el miedo en el cuerpo. Lo peor es que todavía habrá quien piense que todos estos cambios han sido en honor al progreso. Desde luego han progresado la deshumanización, la vecindad desconocida, el hormigón extenuante y las urbanizaciones anónimas. Creo que ha progresado todo. Menos nosotros.