Fahrenheit Cañí

La vida del revés

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23 sep 2016 / 23:47 h - Actualizado: 23 sep 2016 / 23:49 h.
"Corrupción","La vida del revés"

No me gustan los corruptos, ni los asesinos, ni los ladrones, ni nadie que cometa un delito. A mí lo que me gusta es la gente buena que se levanta cada mañana para trabajar, para dar un beso a su esposa y a sus hijos, para hacer las cosas lo mejor que se pueda. Se me van los ojos detrás de las personas que tienen la mirada cristalina, una vida normal y el objetivo de ser coherente con lo que hace.

Por eso, procuro ser tan prudente como me permiten las circunstancias y no juzgo a las personas. Al menos lo intento con todas mis fuerzas. Quiero decir que no me gusta encasillar a nadie sin tener la seguridad absoluta de estar frente a un indeseable. Aunque reconozco que alguna vez he metido la pata a base de bien.

Digo esto porque me temo que, en España, estamos jugando a algo muy peligroso que consiste en meter a las personas en un mismo saco lleno de peligros e incluso de injusticias. O en un saco limpio y maravilloso que podría estar llenándose de mugre sin que nos enteremos

¿Son todos los políticos corruptos? Claro que no. ¿Hay políticos corruptos? Ya lo creo que sí. Y como hay corruptos aunque no todos lo son, lo que no puede ser es que cualquier concejal, alcalde o diputado, sea del partido que sea, en cuanto es señalado, tenga que ser crucificado. Estamos inmersos en una dinámica absurda que consiste en que se puede destrozar la vida de una persona mientras espera que un juez le declara inocente. Menuda gracia. No sería la primera vez que alguien se ha visto envuelto en un escándalo que resultó ser un montaje, en un proceso judicial del que salió absuelto o en un juicio de esos que se inventan algunos periodistas cuando debaten en la televisión, y que ha tenido que dejar su casa, a sus amigos y lo poco que tenía, porque se había hecho insoportable su entorno. Eso no puede pasar. Sencillamente, no puede ser.

Parece que estamos ansiosos y que no perdemos oportunidad de triturar personas. Sin tener en cuenta las consecuencias, sin medir el alcance de lo que se dice.

¿Cómo hemos llegado hasta este punto? Sin duda, gracias a los políticos. El espectáculo que dan a diario acusándose unos a otros sin pudor, tratando a los posibles corruptos de un lado como si fueran verdaderos diablos (sin una sentencia, sin pruebas contundentes, sin nada de nada) y a los de su lado como si fueran clones de la Dama de las Camelias.

Me explico. Chaves y Griñán son inocentes para los suyos. Sin embargo, el concejal del PP de no sé que pueblo envuelto en un asunto de doscientos veinte euros es el claro ejemplo de corrupto indecente. Como si la corrupción fuese una cosa distinta dependiendo del importe final. Ser corrupto es ser corrupto. No hay más. Si eres capaz de recibir un solo euro ilegalmente puedes llegar a recibir un millón. Eres igual de corrupto. Esto es como llevarse un paquete folios de la oficina. Eso es robar. Punto. No hace falta decir que los señores del PP defienden a los suyos como si no hubiera un mañana y hacen trizas a los demás sin miramiento alguno.

Los políticos prenden el fuego y, luego, echan gasolina. Y como el criterio del español medio ha desaparecido hace años, todo lo que le llega a través de los medios de comunicación se convierte en verdad absoluta que puede cacarearse en la tasca como idea original.

No es bueno tener corruptos alrededor. Tampoco lo es inventarlos antes de tiempo.

Y es aquí donde hay que decir que los medios de comunicación también han agarrado la manguera. Pero no la del agua con la que apagar el fuego sino la de la gasolina. Hay cadenas de radio y televisión claramente escoradas y que no se andan por las ramas en su empeño de destrozar a los que señalan como rivales políticos. Por otro lado, las hay que invitan a diversas personas para que opinen. Los participantes en las tertulias son de aquí o de allí, piensan así o asá, pero, sobre todo, son imprudentes, opinan de cualquier cosa como si ocupasen una cátedra y, lógicamente, terminan soltando disparates que no tienen por donde cogerse. Los hay que mienten con una ligereza que deja pasmado a cualquiera. Y con esto se montan jurados populares (a diario) que pueden destrozar al más pintado. Que no crea nadie que existe mucha diferencia entre una tertulia política de cualquier televisión y un programa que trate de cotilleos irrelevantes. No hay tanta diferencia, no.

A los corruptos hay que juzgarlos y condenarlos en los tribunales de justicia. Y los criminales, también. Pero nunca en un plató, en un estudio o en una redacción. Porque los que prenden hogueras injustas, avivan el fuego y quieren irse de rositas, deberían pagar sus culpas. Sí a la información, no al linchamiento o a la mentira.

Vamos a parar todo esto porque no es bueno que ocurra. Por el bien de todos. Y comencemos por recuperar nuestro criterio para poder evitar lo que nos ofrecen como carnaza. De otro modo estaremos colaborando en linchamientos mediáticos estériles y perjudiciales.