‘Fake news’

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10 mar 2018 / 22:09 h - Actualizado: 10 mar 2018 / 22:10 h.

Podría empezar dando las definiciones de algunos palabros que se han puesto de moda y que se refieren a un asunto de la máxima importancia que preocupa seriamente y con razón a los comunicadores de profesión: las llamadas fake news y el concepto de la posverdad. Y podría despotricar contra la dichosa manía de expresar en inglés lo que en español de primaria queda claro clarísimo como si lo que no decimos en inglés no se hubiera inventado siquiera. Pero no. Voy a comenzar con una frase de mi vecina: «Yo es que ya no me creo nada, ni de lo que leo ni de lo que veo». Eso sí que es un diagnóstico certero, a partir de ahí ya vamos viendo.

Fake news es un concepto –elegido palabra del año por el prestigioso diccionario Collins– que define a una noticia falsa, o más bien falseada –para que quede claro el matiz deliberado de la adulteración–, difundida por cualquier medio (portales de noticias, redes sociales, prensa escrita, emisoras de radio y televisión...) con el objetivo premeditado de engañar y desinformar al público. Lo que viene siendo un bulo de toda la vida de dios.

Y no muy lejos de esto se encuentra eso que llaman posverdad, que viene a ser una distorsión interesada de una realidad con el fin de influir en la opinión pública y las reacciones sociales, apelando más a las emociones y las creencias personales que a los hechos objetivos. Esto es algo que siempre se ha llamado manipulación y a lo que parece que estamos siendo todos sometidos un día sí y otro también.

Engañarnos y manipularnos. Eso es lo que piensa mi vecina que se proponen hacernos a todos a través de internet, las redes sociales y los medios de comunicación. Por eso ella no se cree nada de lo que le dicen. Uf. Y ahora cómo la convenzo yo de que miles de profesionales del periodismo hemos llegado hasta aquí convencidos de que es posible un mundo mejor donde la información debe llegar a todos y expresarse con libertad constituye una garantía y no una amenaza para nadie. Ciertamente las informaciones falseadas ponen en peligro la credibilidad de los medios serios y los periodistas profesionales, y es un mirlo blanco aquel lector, oyente o espectador que tiene el espíritu crítico que le permite diferenciar lo serio de lo que huele a propaganda interesada. Es más: parece que es más fácil creerse un bulo que una noticia verdadera.

Eso es al menos lo que ha demostrado un estudio llevado a cabo por un grupo de investigadores del prestigioso Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) publicado en la revista Science: analizaron un total de 126.000 artículos tuiteados entre 2006 y 2017, cuya veracidad o falsedad había sido comprobada por organismos de verificación independientes, y resultó que las noticias falsas se retuitearon un 70 por ciento más que las verdaderas, de modo que las primeras alcanzaron una difusión de alrededor de 100.000 personas mientras que las informaciones serias apenas alcanzaron a un millar de usuarios. Cómo te quedas.

De todas las informaciones que he leído acerca de este estudio, el más extenso de los realizados hasta el momento sobre la difusión de noticias en la red, ninguna aclara de forma indiscutible las razones de esta tendencia que tenemos a la patraña y el infundio, pero una cosa es evidente: aquello de «no dejes que la verdad te estropee un buen titular» está más vigente que nunca. Sobre todo si el buen titular te va a proporcionar ganancias económicas, políticas o sociales. ¡Ay, cuánta razón tiene mi vecina!