Febrero, el mes de la alegría

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20 feb 2016 / 20:42 h - Actualizado: 20 feb 2016 / 20:42 h.
"Día de Andalucía","Blas Infante"
  • Febrero, el mes de la alegría

Yconcretamente febrero es el mes de la Casa de la Alegría, entre Puebla y Coria, aquella maravillosa barbaridad que construyó Blas Infante y de la que le sacaron a culatazos para matarlo en una cuneta. Pero ese dolor no impregna la casa sino todo lo contrario, quienes visitan la Casa y el museo de la autonomía salen de allí teñidos de verde, de esperanza.

Este año no se cumple una efemérides especialmente llamativa, así como redonda o capicúa que tanto nos gustan, sino 36 años de aquel 28 de febrero de 1980 que tanto nos ha marcado y nos marca.

Es una fiesta, claro, y sirve como reconocimiento de nuestros mejores, también, pero además es una seña de identidad de una historia reciente en la que los andaluces, desde el amparo de una Constitución recién estrenada, se reivindicaron a sí mismos a pesar del boicot que se quiso hacer desde el gobierno de UCD. Cuántas veces se lamentaría Suárez o personas sensatas como Soledad Becerril o Jaime García Añoveros, no lo sabemos, pero sí que la derecha «del cambio» en España cayó (hasta su disolución) con ese traspiés contra la autonomía plena de Andalucía. Curiosamente la situación fue a la inversa de la que plantea ahora el frente independentista catalán (pivotado por su derecha antes CIU): fue el gobierno quien quiso saltarse la legalidad y fueron los ciudadanos andaluces los que agarraron la Constitución para pedir sus plenos derechos y su equiparación a las llamadas comunidades históricas. De historia por acá andamos sobrados, sin necesidad de tener que evacuar las ruinas ni sacarnos de la manga un best seller al estilo de Amaya en el siglo VIII de Navarro Villoslada que tantos confundieron con una verdad histórica y no una recreación legendaria.

La realidad aún así es una mezcla de percepciones personales imposibles de domeñar cuando anidan en el fondo de los sentimientos. Y el orgullo colectivo tiene muchas formas. Los esencialistas lo reducen a un abstracto, casi una prosopopeya, dicen Sevilla y casi nombran a la madre o a la amada, no a sus habitantes, los constitucionalistas, hijos de la revolución francesa y la ilustración, prefieren hablar de la patria como lugar de hombres y mujeres con derechos. Hablar de ciudadanía.

En febrero la casa de Blas Infante y el Museo de la autonomía, en Coria y en Puebla del Río, se llenan de estudiantes de todas las edades, de familias de todas las maneras, de andaluces y no andaluces que van a celebrar el Día de Andalucía, el 28 sobre todo, pero también durante todo el mes. Conocer al hombre que nos legó un himno, una bandera, un escudo es ponerle rostro y contexto a símbolos que a veces usamos porque están ahí, sin que apenas nos preguntemos por qué están ahí y por qué son como son. Vivir el recorrido de Andalucía desde la fallida constitución de 1883 hasta la noche de 1980, ver la silueta de Caparrós herido de muerto, casi tocar las banderas y el gentío en la calle y poder leer la pregunta, enrevesada y tramposa de aquel Referéndum es una experiencia. Algunos la han oído de sus padres o en el colegio, otros, muchos fueron los protagonistas de una historia que no tiene punto final porque la historia nunca acaba y porque la seguimos construyendo ahora.

Conocer y reconocernos. Más allá de los nombres propios, de los genios, las artes y las fechas. Celebrar febrero como el mes de una revuelta pacífica y obstinada y celebrar febrero como el mes de la alegría.

Porque así se llama la casa y porque ese es el sentimiento de autoestima de un pueblo que sabe que lo contrario de ser alegre no es ser serio sino amargado. Que no hay nada más serio, una vez más, que defender la alegría.