Suelen coincidir los años nuevos con el establecimiento de retos personales que no hemos sido capaces de afrontar en el año que se va. Quitarse de fumar, ir al gimnasio, empezar a correr todos los días o iniciar un ahorro periódico suelen ser nuevos planteamientos de vida del año que entra. Sin ánimo de desanimar –valga la antítesis- hay que reconocer que muchas de estas pretensiones se quedan sólo en una buena voluntad que nunca encontró el momento de inicio.
No sé si 2017 es año propicio para iniciar lo que no se inició en 2016 y aún está pendiente, quizás si. Soy de esa gente que más que supersticiosa es maniática y tengo que confesar que no me gustan los números primos, quizás porque soy más de par, que de impar. El año que hemos empezado es primo, un año con número raro, y quizás por eso no me he planteado ningún reto fuera de lo común, más allá de mejorar como persona o de desear que la gente sea más feliz. Quizás así de simple seamos.
Los frikis de los números analizamos cualquier guarismo y 2017 comprobamos que suma diez, la perfección en el mundo occidental, y la resta de 20 menos 17 arroja la cifra de tres; el tres era en la antigua Grecia el símbolo de la perfección y del Ser Supremo, sobre todo en la filosofía de Plantón. A lo mejor estamos ante un gran año, quién sabe.
Escribo en Año Nuevo, cuando un cuñado amenaza con venir a tomar café. Tengo que terminar rápido mi artículo y tener la excusa de estar fuera cuando llame. Nada mejor que empezar el año con humor y grandes deseos de que sean ustedes muy felices. Feliz Año Nuevo.