Francia y los paralelismos electorales

Triste y preocupante panorama el de Francia, inexorablemente abocada a votar a favor de Macron para frenar el desastre que supondría la llegada al poder de la ultraderecha en la segunda potencia europea

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05 may 2017 / 23:11 h - Actualizado: 06 may 2017 / 00:16 h.
  • Francia y los paralelismos electorales

Francia decidirá mañana la presidencia de la República entre el fundador del movimiento En Marcha, Emmanuel Macron, y la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, o dicho de otro modo, entre el nuevo representante local de las políticas neoliberales imperantes en Europa y quien representa a la extrema derecha neofascista, xenófoba y racista del continente. Por el camino se quedaron los candidatos de la izquierda, Hamon del Partido Socialista y Mélenchon, de Francia Insumisa, así como el conservador Fillon.

Triste y preocupante panorama el de Francia, inexorablemente abocada a votar a favor de Macron para frenar el desastre que supondría la llegada al poder de la ultraderecha en la segunda potencia europea; pero esa –mal que nos pese– y no otra debe ser la prioridad de mañana en el país vecino, por más que algunos pretendan meter la cabeza bajo el ala o mirar para otro sitio como si no fuera con ellos.

La izquierda francesa deberá a partir del domingo reflexionar sobre sus errores –al igual que debería hacerlo la española– pero ningún cálculo electoral pensando en las legislativas que habrán de celebrarse en junio justificaría no enfrentar con responsabilidad la inminente cita con las urnas. Así lo han entendido, en línea con su tradición histórica, tanto el Partido Socialista como el Partido Comunista, si bien la coalición de Mélenchon –de la que el PCF forma parte– ha optado por no pronunciarse, hecho difícilmente comprensible que esperemos no tenga consecuencias irreversibles de las que tengan que arrepentirse.

Mientras tanto en España los partidos políticos buscan interesadamente paralelismos con la política francesa, que no decimos no existan, pero algunas lecturas resultan cuanto menos infantiles y hasta ridículas.

Vimos así como Ciudadanos, jugando a caballo ganador, se apresuró para aparecer ante la opinión pública como la versión española del movimiento de Macron, cosa que podría hacer sin necesidad de tener que presenciar la imagen patética y lamentable de uno de sus eurodiputados, Javier Nart, mintiendo en directo en una tertulia televisiva en la que afirmaba haber mantenido, junto a Albert Rivera, reuniones con Macron y su equipo de campaña. Deberían en todo caso aclarar que les une una Europa resignada a las políticas austericidas y antisociales impuestas por la antes conocida como troika, causante de aumento de las desigualdades en Europa y consecuentemente del alejamiento y falta de confianza de la ciudadanía en la apuesta europea; responsable en buena medida de la autodestrucción del proyecto europeo y abono para salidas autoritarias, nacionalistas y excluyentes.

El Partido Popular, azotado por la corrupción –pero en el Gobierno gracias a la incapacidad de la izquierda para ponerse de acuerdo– ha mantenido un tono más prudente, sin duda porque su homólogo francés, el conservador Fillon, relacionado también con algún caso de corrupción, quedó sin opciones para concurrir a la segunda vuelta. Así ha tratado de contaminarse cuanto menos mejor de la citada contienda electoral y ha optado por alejarse algo de la refriega limitándose a un discurso más institucionalizado y poniendo en valor a Macron, frente a Le Pen, como opción valida para frenar in extremis un nuevo mazazo a Europa tras el Brexit.

Mención especial merece el PSOE, inmerso en unas primarias a cara de perro, y en las que la hecatombe sufrida por Benoît Hamon en Francia ha desatado un nuevo motivo para la confrontación entre los aspirantes a la secretaría general. De entre los argumentos más explotados por Susana Díaz y sus seguidores para oponerse a Pedro Sánchez se encuentra el giro a la izquierda anunciado por el candidato socialista francés como el motivo principal de su derrota. Lamentamos no haber escuchado una palabra de aliento o un gesto de solidaridad con su homologo francés –por cierto elegido en primarias en su partido–, pero nos invade la desazón cuando se recurre a argumentos tan poco sólidos y rigurosos.

Así, parece que el desprestigio de las políticas aplicadas por François Hollande durante los cinco años al frente de la presidencia de la República no han tenido nada que ver con el resultado. Como tampoco que Macron hubiera ejercido como asesor económico de Hollande y formado parte posteriormente como Ministro de Economía del gobierno socialista, nada más y nada menos que hasta finales de agosto de 2016. Tampoco parece haber influido que destacados cargos del gobierno de Hollande hayan desertado de las filas socialistas y hayan pedido durante toda la campaña electoral el voto para Macron, entre ellos Manuel Valls, primer ministro desde marzo de 2014 a diciembre de 2016. ¿O es que Hollande no se presentó a la reelección porque se encontraba cansado?

No, parece que la responsabilidad es de un candidato que ha tenido menos de tres meses para hacer frente a tamaño desaguisado y a su giro a la izquierda que según afirman lo alejaron del electorado. Si la conclusión es esa mal asunto ¡¡pónganse los cinturones que vienen curvas!! Si en Francia el tradicional voto socialista se ha marchado mayoritariamente a diestra y siniestra, adivinen que puede ocurrir en España a poco que cante un gallo.

Por último Podemos –o Unidos Podemos, ya no sabemos muy bien–, coherentemente y como era de esperar ha hecho patente sus coincidencias con la Francia Insumisa de Mélenchon. Muchas cosas deberán cambiar también e esos espacios de la izquierda, más preocupados de iniciativas efectistas, obsesionados cada vez más con las encuestas, que de situar con mayor responsabilidad y seriedad los problemas que nuestro país necesita afrontar y cuya contribución estimamos indispensable. Algunas conclusiones deberían sacar ellos y el PSOE de otras experiencias bien cercanas.

Si mañana la urgencia en Francia es frenar a la ultraderecha, en España es comenzar desde la izquierda a extraer lecciones más serias y rigurosas que contribuyan a frenar el acelerado deterioro de nuestro sistema democrático y a sentar las bases para resolver las consecuencias de la crisis, agravadas ambas por los comportamientos y políticas llevadas a cabo desde el Gobierno del Partido Popular. Por cierto, tampoco estaría mal que la derecha lo hiciera en lo que le corresponde. Seguro que lo agradecería la ciudadanía a un lado y otro de los Pirineos y por supuesto también Europa.