No hay cosa que más nos duela que el maltrato infantil y es algo que lamentablemente existe en todo el mundo. No podría describir cómo me siento por la muerte del infortunado Gabriel, que era ya el niño de todos los españoles, ese chiquillo tan bonito y con una luz en la cara que iluminaba todo a su alrededor. Esa sonrisa tan inocente, la de Gabrielillo, nos había enamorado a todos nada más publicarse su fotografía para anunciar que había desaparecido. He estado tantas veces por esa zona de los campos de Níjar, en Las Hortichuelas, que a lo mejor me crucé alguna vez con el dueño de esa sonrisa tan anchurosa. La noticia del hallazgo de su cuerpo, imaginárselo metido en el maletero de un coche y pensar cómo pudo serle arrebatada la vida, es demasiado para un solo corazón. El torero Juan Belmonte dijo una vez que sentía miedo delante de un toro, «demasiado para un solo corazón». Me dan miedo pocas cosas, pero sí estos terribles zarpazos que nos arrebatan a criaturas como este niño de la provincia de Almería, que adoro desde hace años. Esto hunde a un caballo, joder.