Galería de malditos: María Jiménez

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29 jun 2019 / 15:02 h - Actualizado: 29 jun 2019 / 15:04 h.
  • Galería de malditos: María Jiménez

Me despierto con la noticia de que Maria Jiménez, La Pipa, ha resurgido en el fango de una UVI cuando ya no se esperaba más que su deserción, que no otra cosa es la muerte...

Cuentan que lo primero que dijo a los enfermeros al quitarles los tubos que encadenan el hálito, fue “me teneis hasta el coño”...

Así es ella y asi la intuía como quienes han sobrevivido a este maldito viento de los aires difíciles de Cádiz. Esos vientos de Herodoto que derribaban caballos y que fueran maldecidos (que no malditos) para siempre por aquel Califa que cayera ante derribado ante su ímpetu.

Esos aires que cantara Altolaguirre en Poemas del Alma y ante los que sucumbiera en su retorno a España, tan grande fuera la frustración del exilio.

Sucede que ella resistió lo que su hija no pudo; al escoger la premura de un vehículo sobre un cadencioso tren; o cómo intentó encontrar consuelo en su maltratador casándose por segunda vez en Costa Rica, que todos tenemos la misma tentación de hallar en nuestros maltratadores la negra ternura que jamás alumbrará nuestros senderos. Yo, que me voy quedando sin fuerzas, solo alcanzaré a maldecir a los míos.

O cómo se irguiera ante el cáncer de mama, caminando ausente ante las perversas miradas de los puros, que atribuyeran su efigie a la desolación, cuando solo era un tango argentino.

Sucede que ella se ha levantado, cuando todos pergeñábamos su ausencia; ha retornado para recorrer esa orilla negra; sin cangrejos; sin poesía, hacia donde caminan los pobres de la tierra en busca del oculto Castillo de la Pantista.

Y es con ella no ha sido la ola de calor la que ha hecho temblar esta tierra.

No la Sanlucar sevillana, esa que ronda los palcos de las carreras de caballos; o jalea los pasos émulos de todo lo que rodea Triana pero no la pisa. La Sanlucar que no vuelve la vista a las espaldas que cargan fardos en la playa, la que no espera otro horizonte que un cementerio de barcos destripados de sal calumniosa en su borda.

Maria Jimenez se ha levantado, burlando una vez más a los dandys antillanos que esperaban edificar su hagiografía obviando el genésis de su tortura.

Y es que ella ha resistido frente a los que no esperaban su vuelta. Los que aguardaban su homenaje póstumo, que en vida pensar en ello es sacrilegio.

Y hoy he vuelto a recorrer esa orilla donde los cuatro exiliados de Dios nos hemos sonreído por primera vez; porque no es ella la que ha resucitado, sino nosotros a su vera. Porque es la Pipa la que nos ha recordado que la luz vence las rendijas y que aunque no paguemos el tranvía, siempre nos quedara un raído boleto que tal vez nos reserve un premio gordo de quien sabe qué lotería.

En España solo es bueno lo que se detesta, como infame ese penal del Puerto sin vis a vis o ese almacen de sabanas que no arden.

Me sumerjo en el agua prostituida de plásticos donde se intuye la enésima recalificación municipal; subo al castillo donde no queda mármol alguno de lo que fuera su adoquinado; me oculto en su interior y espero que el sol se aleje, en el único arte aprendido a varapalos, de dejar que las cosas sucedan.

Y así, sumido por los golpes bajos que nos asolaron, con el orgullo recóndito frente a las bocas de solo farfullar, me libero por hoy de su tránsito, que mañana será otro día; día en el que lo posible nos siga costando un rato, como hoy lo imposible nos ha llegado por una vez al paso.

Y sí, jodánse los bienaventurados, porque voy a brindar por ella, por la Pipa, con esa manzanilla tan amarga, como ese retorno a la vida alrededor de los aires difíciles del alma.