Geopolítica de las obras de misericordia: dar posada al peregrino

Image
20 may 2017 / 21:21 h - Actualizado: 20 may 2017 / 21:21 h.

Recordemos de nuevo en esta tribuna que las obras de Misericordia, de acuerdo con la Iglesia Católica, son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales. Las obras de Misericordia tienen un valor universal; si se llevasen a la práctica, independiente de las creencias o la ausencia de ellas, el mundo sería otro. Hoy hablaremos de una de las obras de Misericordia corporales: dar posada al peregrino. En esencia, ayudar al que viene de otro sitio y tiene necesidad de amparo. El Evangelio de san Lucas nos relata (Lc, 2,7) la búsqueda de un lugar, una posada para pasar la noche, posiblemente muy fría, de José, María y un Jesús recién nacido: «Y dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales y le recostó en un pesebre, pues no había para ellos lugar en el mesón». Venían de otra ciudad, buscaban cobijo y no lo hallaron. Esto ocurrió hace más de 2.000 años, pero acontece hoy cada día.

Vivimos en un mundo que no da posada al peregrino, al migrante que busca un lugar donde vivir, donde cobijarse, de una situación de inequidad de la que parte. De acuerdo con Zygmunt Bauman, vivimos «tiempos líquidos», un tiempo de incertidumbre, con fragmentación de la vida. No hay mayor fragmentación, ruptura vital, que el desarraigo del lugar donde se ha nacido y se quiere vivir por cuestiones ajenas a la voluntad de las personas. Hay fronteras impenetrables. Y también hay migraciones en las ciudades hacia barrios periféricos, donde «la ciudad cambia su nombre», en el sentir de Francisco Candel, y como describe Jeremy Seabrook (citado por Zygmunt Bauman en Tiempos líquidos, 2017, Tusquets editores), «el sufrimiento de los pobres del mundo en nuestros días, a menudo desahuciados de su tierra y obligados a tener que arreglárselas en los suburbios en expansión de la megalópolis más cercana». Hay mucho peregrino al que cobijar y poca voluntad de hacerlo, mientras se acentúan las causas humanas que motivan las migraciones. Jesús M. Castillo en su libro Migraciones ambientales. Huyendo de la crisis ecológica en el siglo XXI (2011, Virus editorial), nos dice que «las migraciones del siglo XXI se desarrollan en un mundo con la economía enormemente globalizada que facilita el tránsito de capital, pero donde se despliegan barreras muy agresivas contra los movimiento de personas», hay «criminalización del inmigrante». No vivimos en un mundo en paz, hay muchas guerras y anuncio de otras nuevas. Hoy, en el ya avanzado siglo XXI las guerras son una causa importante de migraciones, pero no ponemos fin a las guerras y sí impedimos el paso a los migrantes que huyen de ellas. Hay también migraciones por causas ambientales, por ejemplo, el cambio climático. Decenas de miles de personas tendrán que migrar de sus países debido a la falta de recursos e inclemencias motivadas por un cambio climático que no han originado, y los países a los que tratan de llegar, que sí tienen culpa del cambio climático, les cierran las fronteras.

De nuevo vuelva la imagen de José, María y Jesús deambulando por espacios fríos encontrando puertas cerradas. Ignacio Ramonet, en Le Monde Diplomatique en español (nº 256, febrero 2017) nos dice: «Es posible que 2017 sea recordado en la historia como el año de la Gran Muralla, porque Donald Trump está decidido a edificar una monumental barrera de protección en la frontera con México para impedir la invasión de los inmigrantes». ¿Es posible que en Europa, esta Europa que queremos refundar, haya políticos que desearían hacer algo parecido en relación con los migrantes africanos o del próximo oriente? La realidad es que se ha incumplido, incluido España, la cuota de recepción de inmigrantes previstas. No damos posada al peregrino. Y así llenamos el planeta de pobres y descartados por los que clama el papa Francisco. Los anuncios en la prensa sobre rescates en el Mediterráneo, convertido en tumba de muchos, son constantes. Por ejemplo, «unos 8.300 migrantes han sido rescatados en el Mediterráneo en tres días» (20 minutos, 18 de abril de 2017). En Pozallo (Sicilia), 463 personas, 62 de ellas sirios, esperan tras ser rescatados por un barco de Médicos sin Fronteras (El País, 12 de marzo de 2017). Miles de porteadores marroquíes sortean la miseria, en la frontera de la indignidad, en el nuevo acceso a Ceuta (El País, 9 de mayo de 2017). Y así cada día, año tras año; el mundo desarrollado con la conciencia congelada, impasible, con políticos que no encuentran una salida global. Soluciones, ninguna; y las guerras y los desastres siguen. En España no se corrige la desigualdad, frente a un descubrimiento de la corrupción y del uso partidista del dinero público en aumento. La pobreza severa alcanzó en España en 2015 a 2,6 millones de personas, un 5,5% de la población y la tasa de riesgo de pobreza se presenta para el 22,3% de la población (El País, 26 de abril de 2017). Por eso, algunas personas piensan que bastante tenemos con los que tenemos para hacernos cargo de terceros. Por eso, la solución tiene que ser global y la Unión Europea tiene que afrontarla. José María Carrascal (ABC, 16 de marzo de 2017) manifestaba que «la inmigración masiva es uno de los problemas más acuciantes de nuestro tiempo». Y añade que «considero positiva la inmigración, trae nueva sangre, nuevos brazos, nueva perspectivas a un país y a sus habitantes».

La llegada de extranjeros sostiene servicios públicos y la economía en municipios en crisis demográfica en España en el marco de zonas rurales despobladas (El País, 18 de marzo de 2017). Adela Cortina, en su libro Aporofobia, el rechazo del pobre (2017, Ediciones Paidós) nos dice que «lo que molesta de los inmigrantes y refugiados es que sean pobres». La Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR) afirma que se han incrementado las peticiones de asilo motivadas por persecución a causa de la orientación sexual, y España se ha convertido en destino de los perseguidos del colectivo LGTBI (siglas que designan colectivamente a Lesbianas, Gays, Bisexuales, personas Transgénero e Intersexuales). Hay muchos tipos de peregrinos y el corazón debe estar abierto a ellos. Es terrible que pueda existir en el mundo de hoy una aversión hacia los más necesitados, a los diferentes, a las periferias. ¿Qué sociedad estamos construyendo en este mundo globalizado? ¿Dónde están la inclusión y la ternura? ¿Adónde fue la Misericordia?