God bless the world

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21 ene 2017 / 23:34 h - Actualizado: 21 ene 2017 / 23:35 h.

En el manual de campaña de todo buen populista el primer capítulo está dedicado a la Apocalipsis. El popular líder debe conseguir convencer de que, de continuar por este camino, acabaremos todos hundidos en el cieno, menos los de siempre. Nada en su visión apologética se salva, ni la educación, ni el empleo, ni la economía, ni la sanidad, todo es ruina. Las trompetas de Jericó están anunciando la devastación definitiva si no reaccionamos. Un mensaje así es tan potente que resulta indiferente que las cosas no sean tan graves como las pintan, la clave está en que la sensación de desmoronamiento cale como lluvia gruesa, sin tiempo para la reflexión. La economía norteamericana crece al 3,5%, el paro no supera el 6% de la población activa y la política social de Obama ha hecho que 20 millones de estadounidenses tengan cubierto un mínimo de servicios sanitarios. El apocalipsis no es tal, pero el discurso se instala como verdad. El hecho de que Trump no ganase en ninguna ciudad de más de cien mil habitantes tiene algo que ver con esto. Clinton ganó por algo menos de tres millones de votos, pero perdió por ochenta mil que resultaron decisivos. El segundo capítulo del manual se dedica a la identificación del artífice del mal. Para el discurso populista la sociedad se divide en dos: de una parte, el pueblo, que en el imaginario discursivo queda representado como un todo irresponsable, cándido y alienado y, de otra, la casta política, las elites extractivas que desde Washington han hecho el agosto mientras la gente perdía sus empleos, veía cerrar sus empresas y llenarse las calles de gente extraña que les usurpa sus trabajos. El pueblo es pura virtud, pero encadenado y débil, presa fácil de los engaños de un diablo rico, poderoso y que controla a los media.

Tercer capítulo, gestación de la idea de la necesidad de un libertador que rompa las cadenas y devuelva el poder a su legítimo titular. El discurso de Trump de ayer fue un insulto a los expresidentes que lo acompañaron por cortesía constitucional en su toma de posesión. Hoy los americanos recuperan su libertad, dijo, para justo después firmar el decreto del fin de la política sanitaria de Obama. La transustanciación de la voluntad del pueblo en la persona del líder hace que este no sea más que un intermediario del deseo popular. Cuarto capítulo, la soberanía como camino de salvación. First America, just America. Muros, aranceles, expulsiones colectivas de extraños, desregulación medioambiental, guerras comerciales que desembocarán en otras de cuerpo a cuerpo. El pueblo unido jamás será vencido como ruta al paraíso, pero pobre de aquel que no forme parte del pueblo elegido.

Epílogo, a modo de plegaria: God bless the World, porque la deriva populista no nos va a salir gratis.