Gordillo insiste (aún) en la galería Rafael Ortiz

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25 dic 2018 / 10:50 h - Actualizado: 25 dic 2018 / 10:57 h.
"Arte"
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Lección magistral la que nos da Luis Gordillo en la galería Rafael Ortiz hasta el 11 de enero por muchísimos motivos: porque nos remite a la plenitud de su carrera cuando ya había afianzado su estilo iniciado a fines de los 50, porque estas magnas obras son a la vez un compendio de lo que ha ido descubriendo en el camino, la suma total, una especie de apoteosis acumulativo de hallazgos.

Gordillo (Sevilla 1934), el que fuera de dudas es el máximo representante internacional de la pintura española, regresa a su ciudad convertido en el gran maestro que es y ha sido ya para generaciones enteras, sigan o no al dictado sus únicas, personalísimas, identitarias propuestas, porque él logró lo que sólo los excepcionales artistas consiguen y es que por el dificilísimo hecho de alcanzar un estilo, no necesitan ni siquiera de su firma porque se reconoce a la legua su autoría.

Gordillo, aunque no quiera reconocerlo, es un mito que pasa a la Hª del Arte con mayúsculas por la potencia de todas sus aportaciones, por la coherencia que año tras año ha venido ejerciendo mostrando su quehacer con una fidelidad absoluta a él mismo, a sus galeristas de referencias, a los museos y colecciones de muchísimas ciudades y países y también por todo lo que nos ha aportado su actitud ante la vida.

Antes de profundizar en lo que esta exposición y estas obras -hechas en 2017 y 2018- suponen, hay algo que convendría aclarar sobre la consideración que él mismo tiene de su abstracción, pues resulta que no se siente sino figurativo, entre otras cosas porque -y siguiendo sus palabras- “empleo a menudo imágenes ciertamente figurativas e incluso cuando no aparecen, siento que las formas que empleo, las tensiones que organizo entre ellas, los ambientes que aparecen, son como objetos de la realidad o de laboratorio o transformados por la velocidad”. Dicho esto, a continuación reflexiona sobre la que lleva por título “Abstracción objetual” y de la que afirma “que he tomado la decisión de llamarlo así, a pesar de que si alguien se metiera dentro de él, saldría seriamente perjudicado”. Ciertamente es la seriedad -el rigor científico- junto al humor sutil (con el que habla y expresa también en su poesía y escritos), y lo que entendemos como dramatismo contenido, es el que inunda las 10 monumentales obras que se exhiben, sobre todo la que ha titulado “Extraterrestra”, en donde una especie de apariencia felina, corona desde el ángulo superior derecho -o el primero de los tres planos en que se divide la composición de la obra- toda la extensa, subdividida (si se quiere hasta en 6 veces) y múltiple composición que alcanza los 2,70 x 1,90 m.

Gordillo insiste (aún) en la galería Rafael Ortiz

No es el único de enormes dimensiones, pues precisamente el díptico de “Abstracción objetual” -obra maestra ineludible- alcanza los 3,12 x 2,21 m. y “Focalizando. Desfocalizando” los 2,20 x 2,45 m. (otra de las más extraordinarias). De manera que se diría que está más bravo que nunca pese a la dificultad de los formatos y la aparente facilidad con que los traza, o que regresa a esa fuerza que tuvo desde sus años juveniles. La exposición, lleva el adverbio entre paréntesis “(aún)”, como si fuera una prórroga, un regalo a sus 84 años y ciertamente así es. Sobre todo para los que tengan la suerte de verla.

Antes de caer en otros análisis e interpretaciones, sigamos con su abstracción o no, porque ciertamente incluso el hiperrealismo va a suponer siempre una selección, una abstracción de la realidad. Pasa que en Gordillo ambas opciones se imbridan y aunque él insista en que no lo es, se le reconoce por esa elección “ageométrica”, por esas -para seguir su vocabulario- “informas” y el “post-abstracto” de su dibujística en lienzos, cartones o papeles.

En esta abstracción versus figuración deja claro lo que son las líneas y lo que son los fondos, las superposiciones de pintura y otros elementos adosados como fotografías recortadas -también manipuladas pictórica o digitalmente- los restos de otros cuadros (a la manera de collages propiamente dichos), así como las subdivisiones espaciales que transforman las obras en dípticos, trípticos, polípticos,...entendido esto en el sentido clásico del cuadro -o de los cuadros- dentro del cuadro. Circunstancia a la que contribuye su predilección por las técnicas mixtas y la libertad de acción que les da al aplicarlas.

Gordillo despliega aquí todo un derroche de detalles. A estas alturas no tiene nada que justificar, sino explayarse, centrarse en invenciones morfológicas, en el caos del color, en el orden de las líneas, en los diferentes modos de proyectar a mano libre, disfrutar con las sensaciones físicas y psíquicas de la pintura por el simple placer de deslizar los pinceles de diferente modo, o de integrar infografías, reduplicar espacios y formas, esas tan suyas que le definen y que recuerdan a los ameboides, paraboloides hiperbólicos, seres zoomórficos, humanoides, vegetales, celulares, (cuasi) geométricas, sígnicas, secuenciales, magmáticas, orgánicas en cuanto parecen captar el interior de un ser vivo: los glóbulos de la sangre, los alveolos de los pulmones, los lóbulos del cerebro o intestinos, la consistencia reticular de los tejidos, ..., la estridencia o la delicadeza de “sus” colores (verdes, magentas, púrpuras, fosforitos), y porque también en ellos GORDILLO tiene su firma: planos, suculentos, con diferentes densidades, modos de aplicación, al igual que ocurre con la bidimensionalidad que se descompone en profundidad o en los estilos con los que se ha relacionado: art brut, tachonismo, automatismo, pop, conceptualismo metafísico, rayonismo organicista, neocubismo órfico, gestaltáltico, ....

Obra compleja y colosal la de Gordillo en la que la forma sugiere la figura, la perfila y acaba; en la que puede apreciarse las dualidades entre planimetría y volumetría, la abstracción que busca la figuración o a la inversa -en cualquier caso un híbrido entre ambas-; que se divide en planos y composiciones difíciles que se continúan, rompen, sobresalen, ocultan; en las simetrías especulares o dispares, en sus grafismos singulares e iconos personales; en ritmos de difícil equilibrio o lo contrario. Formas que demandan su complementaria o se generan a partir de las anteriores, que fluyen en una metamorfosis perpetua; que recuerdan los encefalogramas, las R.M., los TACS, las ecografías dopplers, los ectoplasmas, Por todo esto, puede decirse que esta exposición es un Manifiesto

Pintura en la que puede hablarse de estados de ánimo, de la ansiedad o la angustia de todo ser humano, del inconsciente controlado, de un autopsicoanálisis que deja al espectador las interpretaciones como pasa con los test de Rorschash con las manchas que se multiplican al infinito o se acaban en los límites del cuadro. Obras que sugieren un automatismo controlado, hecho con cientos de fragmentos caleidoscópicos.

Por esto, entrar ahora en los espacios bifurcados de la Galería Rafael Ortiz donde se exponen, con los techos tan altos, la solería de Tarifa, la doble altura en ángulo y contemplar estas 10 piezas que se imponen desde lejos, significa hacerlo en la producción última de Gordillo, y también en la delicada selección que se ha hecho para que todo encaje, nada desentone, sino se complemente en la armonía de cada obra, la sinfonía de todas.