Gracias, Nicolás

Era como un libro abierto. No me he cruzado con nadie que tuviera esa capacidad de retención de información y de facilidad para recordar y poder expresar sobre la marcha

Image
16 feb 2018 / 10:58 h - Actualizado: 16 feb 2018 / 11:06 h.
"Obituario"
  • El periodista Nicolás Salas. / Javier Cuesta.
    El periodista Nicolás Salas. / Javier Cuesta.

TAGS:

En ocasiones contadas pasa que al intentar llevar al papel las palabras para componer un texto, el momento se vuelve muy complicado por diferentes circunstancias que pueden influir en la redacción. Compartí con Nicolás Salas los últimos años de su carrera profesional en la televisión, siendo la coordinadora de todos sus programas y llevando a cabo la labor de producción de los mismos. A partir de estos trabajos surgieron muchos otros paralelos en los que formamos equipo y en los que las jornadas que compartíamos eran para mí uno de los mayores regalos que mi carrera profesional me podía ofrecer.

Eran ilusionantes los días de la semana en los que me tocaba sentarme con él y escuchar sus directrices porque él siempre tenía muy claras sus ideas. Una personalidad arrolladora y firme, firme en sus convicciones personales y profesionales, trabajador incansable y volcado de lleno en los proyectos en los que se involucraba en los diferentes perfiles que abarcaba. Y apasionado, siempre apasionado a la hora de escribir y plasmar en el papel sus palabras.

Me abrió las puertas de su casa hace años, y a su vez sin ser ambos conscientes, me abrió las puertas de su vida, de su día a día y de su familia. Una casa que todos los compañeros que hemos tenido la suerte de pisar estamos de acuerdo en que es un gran santuario de sabiduría, una casa que alberga una recopilación de miles de libros, de archivos, de imágenes, de documentos, y que se considera una de las bibliotecas privadas de mayor relevancia donde todo se encuentra perfectamente ordenado y donde todo el material está clasificado. Sentarse a su lado en su despacho-biblioteca, trabajar junto a él, conversar sobre la vida, escucharlo... ¡Qué gran regalo! Callar y dejar que hablara y hablara enlazando una idea con otra, un dato con otro, una información con otra... Fue toda una fortuna, maestro.

Nicolás era como un libro abierto y puedo asegurar que jamás me he cruzado con nadie que tuviera esa capacidad de retención de información y de facilidad para recordar y poder expresar sobre la marcha en una conversación datos de fechas, nombres o anécdotas, tanto si eran de ayer como si eran de hace seis décadas.

Debo confesar que no todo era maravilloso, porque en estos años más de una bronca de don Nicolás me he llevado; y en este aspecto también era el mejor, sí señor, menudas broncas y palabras salían por esa boca de forma tajante y firme. Pero hasta esos momentos eran realmente auténticos y didácticos. Y muchos, muchos ratos de risas, con ese humor peculiar que tenía, con esas carcajadas fantásticas que te sorprendían de repente....

Era todo un señor, educado, con un saber estar exquisito. En las relaciones de trabajo sucede que a veces se traspasa esa línea laboral para pisar el terreno de la amistad. En este caso, no recuerdo en qué día o instante cruzamos esa línea, pero sí sé que fui una persona afortunada. Antonia, su esposa, esa matriarca, esa gran mujer y madre que ha sabido mantener unas bases familiares de respeto y amor en esa gran casa de Colina Blanca, un hogar que ha estado siempre sembrado de alegría por sus cinco hijos y todos sus nietos.

Sólo he pretendido con estas palabras contar desde mis vivencias con el maestro cómo era en su faceta más cercana y humana. Hablar de su trayectoria profesional sería repetir lo que es sabido por todos, periodista y escritor inigualable, y por mucho tiempo.

Tus consejos y tu cariño no olvidaremos todos aquellos que hemos compartido contigo el magnífico tiempo que tuviste a bien regalarnos. Porque tenías esa naturalidad que te brotaba de escuchar con empatía y de respetar a tu interlocutor tanto si estabas de acuerdo como si no con sus ideas u opiniones.

Hablé contigo hace pocos días por última vez y como siempre descolgaste con un piropo cariñoso. Sin embargo, esta vez lo hacías con una voz repleta de una energía que se apagaba, acompañado de tu ya debilidad física. Porque te fuiste como era lógico que te fueras, con la cabeza muy lúcida hasta el último instante.

Me disculpo por no haber podido ser objetiva y haber regado de sentimientos mis palabras, que aún así considero llenas de realidad. Él me decía que esta naturalidad era una de mis virtudes, y que mis defectos eran... ¡venga hombre!, hasta ahí podíamos llegar.

Es mi pequeño y humilde homenaje a un gran maestro.

Nicolás Salas, mi respeto más profundo y mi admiración constante. Nicolás, ya te echo de menos, amigo.

En ocasiones contadas pasa que al intentar llevar al papel las palabras para componer un texto, el momento se vuelve muy complicado por diferentes circunstancias que pueden influir en la redacción. Compartí con Nicolás Salas los últimos años de su carrera profesional en la televisión, siendo la coordinadora de todos sus programas y llevando a cabo la labor de producción de los mismos. A partir de estos trabajos surgieron muchos otros paralelos en los que formamos equipo y en los que las jornadas que compartíamos eran para mí uno de los mayores regalos que mi carrera profesional me podía ofrecer.

Eran ilusionantes los días de la semana en los que me tocaba sentarme con él y escuchar sus directrices porque él siempre tenía muy claras sus ideas. Una personalidad arrolladora y firme, firme en sus convicciones personales y profesionales, trabajador incansable y volcado de lleno en los proyectos en los que se involucraba en los diferentes perfiles que abarcaba. Y apasionado, siempre apasionado a la hora de escribir y plasmar en el papel sus palabras.

Me abrió las puertas de su casa hace años, y a su vez sin ser ambos conscientes, me abrió las puertas de su vida, de su día a día y de su familia. Una casa que todos los compañeros que hemos tenido la suerte de pisar estamos de acuerdo en que es un gran santuario de sabiduría, una casa que alberga una recopilación de miles de libros, de archivos, de imágenes, de documentos, y que se considera una de las bibliotecas privadas de mayor relevancia donde todo se encuentra perfectamente ordenado y donde todo el material está clasificado. Sentarse a su lado en su despacho-biblioteca, trabajar junto a él, conversar sobre la vida, escucharlo... ¡Qué gran regalo! Callar y dejar que hablara y hablara enlazando una idea con otra, un dato con otro, una información con otra... Fue toda una fortuna, maestro.

Nicolás era como un libro abierto y puedo asegurar que jamás me he cruzado con nadie que tuviera esa capacidad de retención de información y de facilidad para recordar y poder expresar sobre la marcha en una conversación datos de fechas, nombres o anécdotas, tanto si eran de ayer como si eran de hace seis décadas.

Debo confesar que no todo era maravilloso, porque en estos años más de una bronca de don Nicolás me he llevado; y en este aspecto también era el mejor, sí señor, menudas broncas y palabras salían por esa boca de forma tajante y firme. Pero hasta esos momentos eran realmente auténticos y didácticos. Y muchos, muchos ratos de risas, con ese humor peculiar que tenía, con esas carcajadas fantásticas que te sorprendían de repente....

Era todo un señor, educado, con un saber estar exquisito. En las relaciones de trabajo sucede que a veces se traspasa esa línea laboral para pisar el terreno de la amistad. En este caso, no recuerdo en qué día o instante cruzamos esa línea, pero sí sé que fui una persona afortunada. Antonia, su esposa, esa matriarca, esa gran mujer y madre que ha sabido mantener unas bases familiares de respeto y amor en esa gran casa de Colina Blanca, un hogar que ha estado siempre sembrado de alegría por sus cinco hijos y todos sus nietos.

Sólo he pretendido con estas palabras contar desde mis vivencias con el maestro cómo era en su faceta más cercana y humana. Hablar de su trayectoria profesional sería repetir lo que es sabido por todos, periodista y escritor inigualable, y por mucho tiempo.

Tus consejos y tu cariño no olvidaremos todos aquellos que hemos compartido contigo el magnífico tiempo que tuviste a bien regalarnos. Porque tenías esa naturalidad que te brotaba de escuchar con empatía y de respetar a tu interlocutor tanto si estabas de acuerdo como si no con sus ideas u opiniones.

Hablé contigo hace pocos días por última vez y como siempre descolgaste con un piropo cariñoso. Sin embargo, esta vez lo hacías con una voz repleta de una energía que se apagaba, acompañado de tu ya debilidad física. Porque te fuiste como era lógico que te fueras, con la cabeza muy lúcida hasta el último instante.

Me disculpo por no haber podido ser objetiva y haber regado de sentimientos mis palabras, que aún así considero llenas de realidad. Él me decía que esta naturalidad era una de mis virtudes, y que mis defectos eran... ¡venga hombre!, hasta ahí podíamos llegar.

Es mi pequeño y humilde homenaje a un gran maestro.

Nicolás Salas, mi respeto más profundo y mi admiración constante. Nicolás, ya te echo de menos, amigo.