Cientos de voluntarios, repartidos por los centros comerciales, grandes almacenes y las calles de todas las ciudades y pueblos de Andalucía han participado los dos últimos días en la IV Gran Recogida organizada por el Banco de Alimentos. El objetivo, como reto común, era superar las cifras de récord de kilos de alimentos recogidos los años anteriores (3.700.000 kilos en la comunidad en 2014). Ahora llega el turno de esos otros cientos de voluntarios que en los almacenes organizarán y después distribuirán todos esos alimentos entre gente que lo necesita.
Y la cifra de gente que lo necesita sigue siendo escalofriante. Más de 450.000 andaluces, según recoge el estudio realizado por la Universidad Loyola sobre la actividad de la Federación de Bancos de Alimentos de Andalucía, Ceuta y Melilla, recurre habitualmente a las bolsas de alimentos que distribuyen diversas organizaciones, hermandades y colectivos para comer y dar de comer a sus hijos. Lo más duro para quienes intentan ayudar a paliar estas carencias y las ven de cerca es saber que esta contribución aún se queda lejos de las necesidades alimenticias de estas personas.
Pese a lo que se pudiera suponer, estas personas no son sólo parados de larga duración, que ya no tienen opción a ninguna ayuda, o los sin techo que hemos visto siempre en nuestras calles. Entre los que hacen cola para recibir los kilos de legumbres, de arroz, de comida de bebé, de algo de carne o pescado... están también algunos empleados con sueldos tan míseros que no llegan ni para vivir con dignidad, con esa dignidad que nos da el trabajo y nos permite tener una casa, comida y ropa para vivir de forma independiente, sin tener que recurrir a esta ayuda, a las aportaciones de las administraciones, a la solidaridad de los demás. Así lo han destacado todas las organizaciones que han presentado sus informes anuales en las últimas semanas. La última, esta misma semana, Cáritas.
Se acerca la Navidad. Hoy empieza el Adviento. Tendremos muchas ocasiones para mostrar nuestra solidaridad estos días, pero la necesidad permanece todo el año. Iglesia –desde las hermandades y el clero hasta el último feligrés y hermano–, cada vecino comprometido pero, sobre todo, las administraciones y las empresas –las que tienen beneficios aunque no hayan crecido tanto como sería deseable– deben tomar cartas en el asunto para que los que trabajan tengan un salario digno y que pronto no haya nadie en el paro, para que no hagan falta grandes recogidas y bancos de alimentos. Entretanto, gracias a los voluntarios, a los donantes y a los idearios de esta Gran Recogida.