Tengo una desconfianza natural hacia aquellos que dicen que no es bueno que el pueblo hable. También hacia aquellos que suelen decir que el pueblo se equivoca, sobre todo cuando pierden. Con Grecia está pasando, ya ocurrió antes, con otro referéndum entonces frustrado; el poder europeo que se considera quintaesencia de la democracia mundial, no quiso que los griegos hablaran, ahora tampoco. Es una suerte de democracia sin demócratas o europeísmo ilustrado, todo para Europa pero sin los europeos, es decir, para ellos. Grecia no ha sido un modelo de gobernanza, es verdad, tiene problemas estructurales severos, pero no ha sido el gobierno de Syriza el que condujo a Grecia a esta situación. Resulta irritante, al menos, cuando no inaceptable que la UE sea tan intransigente con el nuevo gobierno griego y fuera tan tolerante con los anteriores, precisamente los que crearon esta situación. La razón será que aquellos fueron dóciles con el diktat y este no. Por ello, resulta cada vez más dudoso que las instituciones de la Unión, si es que existen y no son solo un decorado alemán, estén de verdad negociando el futuro de la UE y no intentando derrocar a un gobierno que no está dispuesto a aceptar la receta berlinesa, sí o sí. El poder europeo no está dispuesto a consentir el mal ejemplo griego y, por eso, no permitirá que haya soluciones distintas a las que ellos defienden, eso sí, con el concurso necesario de sus gobiernos lacayos. Syriza se habrá equivocado, no es inteligente no admitirlo, pero pensar que los anteriores gobiernos acertaron es sencillamente, no solo un insulto a la inteligencia sino a la democracia. Hay otros economistas que sostienen que hay camino alternativo, Krugman votaría no en el referéndum y cree que se acosa al gobierno heleno, Stiglitz que los acreedores han tenido una conducta criminal en la recesión griega. Escuchemos a todos, escuchemos a los griegos.