Hace 41 años

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27 ene 2018 / 22:42 h - Actualizado: 27 ene 2018 / 22:48 h.

¿Se valora justamente lo que costó la transición democrática? ¿Hubieran sido necesarios más muertos para que hoy se la considere? ¿Son pocas, en esos años (1975-1982), las 665 víctimas del Grapo, Frap, ETA. Tripl A, Guerrilleros de Cristo Rey, BVE. etc. todos ellos, grupos terroristas de extremas izquierda y derecha, empeñados en ahogar en sangre los anhelos de libertad de un pueblo? Quizás hoy, como pueda serlo la historia del siglo XIX o la terrible tragedia de la Guerra Civil, para muchos sean ya simples números y siglas a consultar en libros y hemerotecas. Pero, para la vivencia, la emoción y el dolor, no son meros números: basta una sola víctima.

Paca, Jacobo, José Manuel, Teresa, Bru, Altares, Liborio, Manolo, Díaz, Zoido y otros, alrededor de una mesa auxiliar grande y baja. Sobre ella un plato con trozos de pan y una botella de vino. Sí, quisiéramos imaginárnoslos ahora, 41 años después, en una eucaristía como las que entonces solía presidir el jesuita Gimbernat. Vaya hoy nuestro artículo en recuerdo de Javier, el hermano de Paca, acribillado el 24 de enero de 1977 en el 55 de la calle Atocha, mientras protegía con su cuerpo a Lola, su mujer, gravemente herida, pero que sobrevivió gracias a él.

La inmensa y silenciosa riada humana en el entierro de los cinco abogados asesinados, a la que solo pudo incorporarse alguno de nosotros con su esposa dando un gran rodeo, nos dejaba la íntima seguridad de que llegaría la democracia, aunque hubiéramos de soportar todavía, como así fue, más dolor y más crímenes sin sentido.