Tal día como hoy de 1983 fue enterrado en el cementerio de su pueblo el cadáver del cantaor Antonio Mairena, sin duda uno de los más grandes del siglo XX. Quizá la frase más repetida de ayer fue que su legado sigue vivo. Tan vivo como los de Pastora Pavón, don Antonio Chacón, Manuel Vallejo o Manolo Caracol. Sin embargo, los intérpretes del cante actual, las actuales lumbreras, siguen menos a Mairena que aquella generación de los sesenta que prácticamente fue amamantada en sus pechos: Lebrijano, Menese, Curro Malena, Miguel Vargas, Manuel Mairena y un largo etcétera. La de hoy está más por Morente y Camarón, sin que esto sea una crítica. El maestro de Mairena fue tan reconocido en su tiempo y dieron tanto la vara con él, que cuando murió fue como si se abriera la puerta de la libertad, porque con Mairena el cante era un mundo cerrado y excesivamente controlado por él y el mairenismo. Pasados todos estos años, ocupa el lugar que ocupan otros grandes astros del cante como los citados. Ya no lo vemos como Dios, sino como un gran maestro.