A Cicerón quería yo verlo. Con la edad no se templa el carácter, más bien y en el mejor de los casos nos sobreviene una impaciencia que confirma la mala fe que le ponemos algunas al natural modoso y complaciente que nuestra condición de mujer debería marcarnos. Al sabio del Senado de Roma le ponía yo enfrente de esta peña de Catilinas que desafían no ya las leyes elementales de la paciencia (el tope Job sin ir más lejos) sino nuestra capacidad de asombro y ni te digo de respuesta.

Me tienta darle la razón a quien asegura que las mujeres, y sus compinches partidarios de la igualdad, nos hemos pasado de frenada y que andamos tiquismiquis con asuntos claramente menores como la representación paritaria, los estereotipos, o el lenguaje visible. Ay, por más autocrítica que se ponga una y más que se insista en que la igualdad debe incluirnos a todos, hombres y mujeres, porque todos somos víctimas de roles y estereotipos, por más que creamos que el feminismo ha de mostrarse como una ideología liberadora y no como un lastre, por más que hablemos de otra forma de organizarse y de convivir, otra forma de dirigir y otra forma de estar... Cuando crees que eso, al menos, está claro llega la realidad hecha una Catilina y una abandona razonamientos y (en romanas maneras) se pone hecha un obelisco que es un basilisco pero subido a un gran falo de piedra.

Con el ambiente electoral y esa campaña que recurre al efecto turrón, mucho azúcar y todo muy repetido, con el papelón de una Europa sin iniciativa política que no sea la deuda y el cierre de fronteras, con los titulares de corrupción y de juicios interminables, a usted amable lector le parecerá una chorrada el objeto de mi monumental cabreo y sideral hartazgo. Pero la vida se hace en las pequeñeces, las fechas históricas son como los cumpleaños, puro hito, lo que cuenta es la vida cotidiana con su rotundo poder de ser y perpetuarse.

Lo que cuenta es que una ciudadana que se prepara unas oposiciones ha tenido que ejercer de control y un periódico digital (diario.es) ha contado algo que debería haber sido un escándalo desde el mismo momento que el texto entró en la imprenta. Me refiero a un manual que la editorial MAD, editora de textos preparatorios para oposiciones, en una descripción de los hombres y las mujeres dice: «las mujeres son emocionalmente menos estables para la competición deportiva», «evitan a propósito el éxito y tienen menor capacidad de decisión». Toma. Y nosotras preocupadas con bobadas como los roles, la imagen que nos da la publicidad, el papel de teloneras en los debates televisivos con honrosas, y andaluzas, excepciones, o la renuncia a que la mitad de la población que es tan competitiva y tan preparada como mínimo que la otra no sea noticiable por el hecho de tener éxitos profesionales, hallazgos científicos, creaciones talentosas. Miren, con lo vituperada que está la política al menos ahí, en las listas y los escaños, hay una pluralidad que resulta asombrosa en otros ámbitos. A pesar de disparates como el debate del jueves pasado en una cadena de televisión (¿las mujeres por delante? Catilina... que no respondo) al fin y al cabo estamos espectacularizando la política con poca info y mucho show.

¿Saben qué les digo?... que viendo con mis propios ojos el citado manual, negro sobre blanco, me ha entrado un cansancio muy parecido a la molicie veraniega y unas ganas enormes de darles la razón como resistencia alternativa, a ver si funciona.

Asumiendo la inestabilidad emocional, el temperamento voluble e inconstante, y muy especialmente, la incapacidad de decidir y la tendencia a la duda: me debato entre llamarlos machistas o tontos del culo.

Y dar un portazo (figurado).