¿Hasta cuándo las excusas?

La destitución de Víctor y las explicaciones del presidente del Betis al respecto dejan a las claras que este proyecto plagado de pretextos y fracasos está agotado

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11 may 2017 / 12:15 h - Actualizado: 11 may 2017 / 12:18 h.
"El Descuento","Ángel Haro"
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Lo peor de equivocarse es no saber reconocerlo. Y peor aún culpar al resto de ello. Mal, muy mal el presidente del Real Betis Balompié estas últimas 24 horas. No por la destitución de Víctor, pues creo que aún no teniendo culpa de todos los males de la entidad, estaba de más en Heliópolis desde hace tiempo. De hecho, su cese es de las pocas decisiones que han puesto de acuerdo al beticismo últimamente. Escuchar a Ángel Haro poner excusas a cuantos fracasos acumula en un principio me pareció fruto de la inexperiencia en el cargo o el nerviosismo que provocan ciertas situaciones desagradables, pero con el tiempo me doy cuenta de que todo ello obedece a una falta de humildad y el autoritarismo de quien piensa que está por encima del bien y el mal.

Después de un año y dos meses al frente de la nave, ya se ha llevado por delante a un presidente como Juan Carlos Ollero, al que llegó a calificar de «indigno» tras las manifestaciones que éste realizó en un medio local. Le achacaron negociar con Lopera un pacto extrajudicial. «El Betis no negocia con quienes tengan un proceso abierto por hacer daño a este club», dijo entonces el empresario de Villaverde. Meses más tarde se asoció con Oliver, al que retiró las denuncias que el Betis había interpuesto tras el paso del navarro por el Villamarín y después de que dejara aquello como un solar. Por si fuera poco, ha fulminado a cuatro entrenadores y un director deportivo. Todo el que se arrima a él acaba mal y, lo que es peor, acusado de traición. Y si no que le pregunten a Rafael Salas. Fiel escudero de su presidente en el consejo de administración, pero que tuvo la osadía de querer presentarse como alternativa. Además de «traidor» –así lo catalogó el propio Haro en Canal Sur Radio–, a Salas se le imputa el don de la inoportunidad. Realmente, nunca es buen momento para llevar la contraria a este presidente, que fulmina de la órbita verdiblanca a todo el que no piense como él o su socio, que es como lo mismo pero en bajito. Pero todavía hay más. El colmo del desagradecimiento de este par de amigos metidos a magnates del balompié llegó con las plataformas. Ninguneadas, pisoteadas y vilipendiadas. Socias antes de la junta y si te he visto no me acuerdo después de lograr el objetivo presidencial.

Y es que el listado de excusas de Haro no tiene límite. Después de los árbitros, la siempre recurrente situación judicial, los entornos, contraentornos, campañas orquestadas de la prensa e, incluso, alguna que otra ciencia infusa, Haro achaca la situación deportiva a los jugadores. ¡Toma ya! Todo un ejercicio de autocrítica. También a un nuevo ente denominado «tribu» que todavía cuesta identificar. Qué curioso, aquí cualquiera tiene culpa menos él y su inseparable amigo.

Fíjense hasta dónde llega la broma que asegura no tener nada que ver en el desastre en el que se ha convertido el equipo de baloncesto. «No se nos puede atribuir nada porque no lo hemos gestionado nosotros», llegó a declarar en la tournée radiofónica del pasado martes. Desconozco el peso de su gestión en este sentido, solo sé que lo compró, vistió de verdiblanco y patrocinó con su propia empresa antes de incluirlo definitivamente en el organigrama de la entidad tras su aprobación en la última junta de accionistas. Si esto es no tener nada que ver, que venga Dios y lo vea. No somos tontos, señor Haro. No nos tome por tales porque ya no cuela.