Hasta el infinito y más allá

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15 ene 2018 / 21:46 h - Actualizado: 15 ene 2018 / 22:46 h.

Hace ahora cincuenta y un años no ganó por chiripa el Festival de la Canción de Mallorca una música y una letra muy pegadizas: las de «El turista 1.999.999». Eran tiempos en los que llegar a los dos millones era muy importante y la persona que los redondeaba, un símbolo que salía en todas las revistas, en la incipiente televisión y, sobre todo, en el No-Do. Significaba, en definitiva y en la mentalidad de la época, crear un sueño. Cuenta una leyenda urbana que, canción aparte, a punto de alcanzarse la cifra mágica y estando para aterrizar un vuelo procedente de Gran Bretaña, se llevó el recuento oficial a la pista del aeropuerto balear de Son San Juan. El dos y los cinco ceros debieron corresponder a una viejecita pero el contador oficial, viendo, tras ella, a una sueca despampanante la pasó y adjudicó a ésta el premio.

Hoy lo de los dos millones son una cifra ridícula. En realidad, para los contadores oficiales de records, todas las cifras son ridículas porque no tienen en cuenta que en esto puede pasar lo mismo que con la burbuja del ladrillo y que para evitarlo, en vez de soñar con Toy Story y, como Buzz Lightyear, presumir de poder llegar «hasta el infinito y más allá», sólo hay que creer que lo real es el adjetivo «sostenible». El final de aquella leyenda urbana es que la viejecita a la que se dejó pasar sin contarla para que el éxito publicitario recayera sobre el espejismo nórdico era alguien cuyas páginas siguen promocionando Estambul, Venecia, Dubroknik... gratuitamente. Dicen que aquella anciana era Agatha Christie.