Una de las grandes novedades para el próximo Martes Santo, además del renovado recorrido de las cofradías por la Carrera Oficial, es el manto recién restaurado de la Virgen del Dulce Nombre. La pieza es obra del reconocido artista Juan Manuel Rodríguez Ojeda, diseñada en 1922.
Una verdadera joya recuperada, prueba de la inmensa riqueza que caracteriza el patrimonio de las hermandades. Esos bienes que hacen disfrutar a quienes lo observan, ya sean expuestos en una vitrina o procesionando por las calles, hay que saber cuidarlos. En los procesos de restauración de imágenes, objetos o prendas, los expertos tienen mucho que decir. El historiador Andrés Luque ha formado parte del comité asesor en los trabajos sobre el manto de la dolorosa del Dulce Nombre. «La intervención ha seguido unos protocolos establecidos. Lo primero que se hizo fue un diagnóstico de los daños. En función de ello se ha procedido a recuperar el dibujo original, que se había deteriorado».
Se ha conseguido que vuelva a ofrecer su identidad de origen, tal y como salió del taller de Rodríguez Ojeda. Destaca el intenso azul del terciopelo. «El color que aparecía debajo de los bordados era un azul muy distinto del que había llegado a nuestros días. Se procedió al encargo de un soporte similar al original y así se pudo completar la restauración de un modo más fiel», asegura Andrés Luque.
La pieza ha ganado en movimiento gracias a la recuperación del acabado original, que había sido modificado. «El manto llegó a nuestros días con una blonda, posiblemente colocada en el pasado por el taller de sucesores de Caro. Se comprobó por fotografías antiguas que Rodríguez Ojeda dispuso un remate a sangre. Por ese motivo se ha procedido a eliminar la blonda. Prácticamente no lo tiene ningún otro manto de Sevilla», determina el historiador.
Tras la intensa intervención en esta obra de arte del patrimonio sevillano, ahora la clave es saber mantenerlo. «Los mantos no deben colgarse, y hay que evitar la sobreexposición y las luces directas. No tiene sentido que restauremos y nos gastemos un dineral para que en la primera salida procesional se llene de cera grasa. Va siendo hora de modificar los candelabros de cola, que es una invención del siglo XIX. Hay hermandades que están tomando medidas al respecto», afirma.
A veces, las medidas para la conservación de los bienes son «antipopulares», asegura Luque. «Hay en algunos sectores una deformación del sentido de la belleza. A algunos les encantan las cosas sucias, pero las imágenes no deben estarlo. Cuando tenemos un bien patrimonial importante, es para tenerlo en el mejor estado posible». Según el profesor, «en Sevilla, el cien por cien de las imágenes excesivamente sucias, han sido producto de que personas que se consideraban más importantes que el genio que las hizo, iban con velas y las ahumaban, cuando no le daban betún de Judea. Eso hay que superarlo en las cofradías. Las tallas, mantos y pasos bien restaurados son un lujo para Sevilla», cuenta el historiador.
Otro ejemplo de desgaste, según Luque, ocurre en los besamanos. «Destrozan la policromía de las manos. Las imágenes no se han hecho para besarlas. No queremos suprimirlos porque devocionalmente son importantes y son tradiciones ya establecidas a lo largo del siglo XX en Sevilla. Por tanto, hay que tomar medidas para que se puedan seguir celebrando»