Hoy día el concepto de inversiones alternativas es muy amplio. Por un lado, se puede hablar de inversiones alternativas sobre activos intangibles, como el sol o el aire, que se están potenciando con los avances técnicos, y por otro lado, se hallan las inversiones alternativas clásicas de bienes tangibles que incluyen aquellos activos que pueden ser coleccionados y que, con transcurrir del tiempo, pueden revalorizarse. Aquí se incluyen las obras de arte, monedas, sellos, libros, joyas etc.
Dentro la clasificación de los bienes tangibles, hay que diferenciar dos formas de inversión, en primer lugar la forma más sencilla y tradicional que coincide con la de los coleccionistas de joyas, obras de arte o sellos, y en la que el inversor no sólo busca la revalorización de su inversión, sino también el disfrute estético de la posesión del objeto. De esta forma, el inversor obtiene un disfrute personal y, en el supuesto de una posterior venta pasado un intervalo de tiempo, puede obtener una importante plusvalía. Para entrar en este mercado, basta con acercarse a las empresas especializadas en la venta de este tipo de bienes.
La segunda forma de llevar a cabo este tipo de inversiones es adquiriéndolas en aquellas empresas especializadas que venden estos activos y, además, se comprometen a recomprarlos pasado un determinado periodo de tiempo, ofreciendo a cambio interesantes rentabilidades, que suelen venir expresadas en los contratos de compraventa. El principal problema es que este tipo de empresas no están reguladas por ningún organismo competente, con lo que el inversor no tiene garantías de la solvencia de la compañía. Recordemos al respecto los escándalos de Afinsa y Fórum Filatélico. Debido a esto, los coleccionistas suelen adquirir sus bienes objeto de colección a las sociedades especializadas, que permiten la adquisición de estos activos, aunque no ofrezcan ningún compromiso de revalorización futura.