Los Premios Princesa de Asturias de este año han estado marcados por el conflicto del secesionismo catalán y por el baile ritual –haka– que se marcaron sobre el escenario del teatro Campoamor los integrantes de la selección de rugby neozelandesa, los All Blacks, tras recoger su Premio de los Deportes. También han sido muy comentados el vestido de la reina y las operaciones estéticas de su madre, Paloma Rocasolano, pero esto integra la categoría de lo accesorio y los chismes, chismes son.
Entre el protagonismo de los líderes de la Unión Europea (premio a la Concordia en plena crisis del brexit y de las ideas de fraternidad que inspiraron su creación) y la lección de lucidez y argentinismo de Les Luthiers, quedaron lamentablemente eclipsados algunos otros premiados con menos tirón popular pero singularmente destacados y honrosos representantes del espíritu que anima la concesión de estos premios. Especialmente deseo centrar mi atención en el premio a la Cooperación Internacional otorgado a la Hispanic Society of America, una institución centenaria que tiene su sede en Nueva York y que constituye un referente de la cultura hispánica en todo el mundo.
¿Por qué destacar este premio? Pues porque desde aquí, desde esta pequeña esquina de una pequeña porción del planeta, los españoles (y los portugueses, no lo olvidemos, que ésta no es una cuestión de tamaños) gestaron una hazaña que irradió nuestra cultura, nuestra lengua y nuestro modo de vida a aquello que se llamó el Nuevo Mundo y que, tras siglos de fructífero mestizaje, exhibe una idiosincrasia sociocultural reconocida en todo el mundo.
La Sociedad Hispánica de América (Hispanic Society of America) fue fundada en 1904 por el mecenas Archer Milton Huntington como museo y biblioteca de investigación para el estudio de las artes y la cultura de España, Hispanoamérica y Portugal. Arqueólogo, bibliófilo y poeta que heredó una de las fortunas más considerables de los Estados Unidos (su padre fue el fundador de la compañía de ferrocarriles Central Pacific), Huntington realizó un largo viaje a México con apenas quince años y ya desde entonces (bendita receptividad adolescente) supo que la cultura hispánica sería la gran pasión de su vida. Así que allí, en la avenida Broadway, entre las calles 155 y 156 de Nueva York, en el mismo lugar donde se fundara, se levanta el museo y la biblioteca de la Hispanic Society, donde se custodia la valiosísima colección de arte y literatura que el filántropo fue reuniendo durante sus continuos viajes: pinturas de El Greco, José Ribera, Zurbarán, Alonso Cano, Velázquez, Goya, Sorolla, Mariano Fortuny, Santiago Rusiñol... además de escultura, cerámica, orfebrería... En total más de 18.000 piezas que abarcan desde el Paleolítico al siglo XX, la más importante colección de arte hispano fuera de nuestro país y la única del mundo que permite por sí sola un recorrido tan completo por nuestra historia, arte y cultura. Y en la biblioteca... más de 15.000 libros impresos antes de 1700, entre los cuales hay unos 250 incunables, como la edición príncipe de La Celestina (1499).
Precisamente el mes pasado se clausuró en el Museo del Prado una exposición titulada Tesoros de la Hispanic Society of America que ha traído a nuestro país una selección de obras del museo y la biblioteca de la institución ahora distinguida con este galardón.
Lo que quizá poca gente conoce es que el fundador de la Hispanic Society tuvo una fuerte vinculación con Sevilla, ciudad a la que viajó con frecuencia y en la que fue un paseante habitual. Archer Milton Huntington realizó excavaciones en Itálica y fue nombrado hijo adoptivo de la ciudad y miembro de la Real Academia de Buenas Letras. Así que razones no nos faltan para interesarnos por esta institución que lleva el nombre de España como bandera.