Homenaje a los vencidos

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Miguel Aranguren @miguelarangurn
07 jun 2015 / 17:31 h - Actualizado: 07 jun 2015 / 17:31 h.

Cuántas veces puede uno arrepentirse, a lo largo de 82.000 brazadas, de haber aceptado un reto sobrehumano? En mi caso el arrepentimiento no habría tomado forma; soy demasiado cobarde para abrazar causa semejante. Ni siquiera por los niños que pelean contra la leucemia me hubiese lanzado a las aguas del inquietante mar que nos separa de África, cuyas corrientes se baten entre las ilusiones y las decepciones de quienes, buscando nuestras costas, se fueron a pique.

El reto de Jacobo, Félix y Peio consistía en rizar el rizo de sus anteriores aventuras, que también encararon con el ánimo puesto en esos pequeños sufrientes. Por ellos cruzaron el Estrecho y la distancia que separa Mallorca de Menorca, sin arrepentirse, a lo largo de miles y miles de brazadas, de haber aceptado el reto. A una distancia prudente de la espuma que batían sus pies, tenían una motora dispuesta a librarles de su utopía (el «hombre pez», cuando carecemos de escamas, branquias y aletas), mas ellos, entre boqueada y boqueada, acompañados por bancos de jureles y algún plástico a la deriva, culminaron esos dos titánicos lances como quien, feliz, al igual que muchos de esos niños, logra burlar a la muerte.

Esta vez la aspiración consistía en ir y volver de España a Marruecos contra el empuje del mar, que tronza los cuerpos extraños como a restos de naufragio. 40 kilómetros de superficie impredecible, a través de las estelas de los cargueros y los traficantes de droga, burlando las manos invisibles de las sirenas que enredan los pies de los nadadores para llevarles a pique.

Admiro a los héroes capaces de culminar sus hazañas. Más aún a los que, por la razón que sea, deben renunciar. Fueron las condiciones adversas del mar las que aconsejaron detener la prueba cuando Jacobo, Félix y Peio ya habían tocado la costa africana y volvían a Tarifa. En su derrota se esconde el pretendido fracaso de los niños que no logran superar el cáncer, a pesar de su lucha a cara de perro. Son ellos, queridos nadadores, los que querían, por una vez, ser protagonistas de vuestra aventura.