Homo Bonus

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02 mar 2018 / 17:34 h - Actualizado: 02 mar 2018 / 22:28 h.
"Cofradías","Cuaresma"

El orador latino Catón era llamado por sus contemporáneos homo bonus, dicendi peritus, o sea, «hombre bueno, experto en el hablar», destacando su categoría humana y sus más que probadas dotes de erudición, para la locución pública y la defensa de sus postulados. Bien podríamos utilizar este título modificado, como justo y cariñoso apelativo para nuestro hermano, amigo y compañero Jesús Basterra, que nos dejó la pasada semana, para encaminar su última chicotá hasta los cielos, donde habrá sido acogido con gozo y la misma ternura que él utilizó para cuantos tuvimos el privilegio de conocerle e incluso trabajar a su lado.

Jesús ha sido un homo bonus, en el más estricto y apropiado sentido de la expresión, y mallei peritus, «experto del martillo», su cualificación más externa y conocida, reseñada con énfasis en los numerosos obituarios que en estos días se han escrito sobre este capataz veterano, discípulo de un gran maestro que ya tiene calle en Sevilla, en parte gracias a las intensas gestiones de Basterra, y continuador del mejor talante de los históricos del costal. Pero su riqueza como persona, como cristiano, como cofrade -también en su estricto sentido etimológico: cum fratre, «con el hermano»-, supera con creces todas las virtudes de sus dotes al frente de los pasos, loadas en su recuerdo en tantos artículos que hemos leído con emoción desde su partida, en los cuales tampoco han faltado los valores personales que le acreditan para este noble término de bonus.

Su talante serio a primera vista, guardaba unas entrañas de humanidad e incluso de cierta socarronería, que le cualificaba para expresarse con pocas palabras pero de hondos contenidos, pues sus gestos y frases sucintas, aportaban toda una lección de comunicación verbal e incisiva. Hombre no dado a maledicencias ni cotilleos ni falsas alabanzas, tan frecuentes en nuestro ámbito cofradiero, sino que expresaba sus opiniones de forma directa, consecuentes con su vida y ejemplo, siempre de frente. Entregado de pleno a su familia y fiel amigo de sus compañeros, para los que no escatimaba tiempo ni esfuerzo al prestar su colaboración, en cuanto se le requiriese. Así, en los dos últimos años, en los que ha ocupado el cargo de Consejero de Glorias del Consejo de Cofradías, ha demostrado a todos los que hemos tenido el honor y privilegio de compartir con él esa responsabilidad de representación de nuestras hermandades, su disponibilidad absoluta, su energía y vitalidad contagiosa, la contundente muestra de que llegó para servir y no para servirse, el deseo estremecedor de ser útil incluso cuando ya agotaba su existencia en esta Sevilla y Triana que tanto amaba.

Qué lección de amor a las hermandades nos ha dado. Querido Jesús, gracias.