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02 nov 2016 / 18:43 h - Actualizado: 02 nov 2016 / 21:08 h.

Dice el diccionario que insulto es una ofensa e insultar es provocar a alguien con palabras o acciones. Las realizadas en días pasados en el Congreso de los Diputados no demuestran más que el bajo nivel del discurso parlam entario en España. La tribuna es más un púlpito de predicador que un altavoz de las ideas o la crítica política. Quizás el afán tuitero de algunos políticos no deja espacio para desarrollar una narrativa completa que resalte el afán constructivo de la política.

El otro día lo que pudimos escuchar y ver fue el acto simplón de un representante público que parecía querer epatar a la audiencia sin deferencia a encontrarse en el hogar de la democracia donde reside la soberanía popular.

Pero al menos ese afán podía basarse en un cierto manejo de la lengua en la que ejerce su acción política. Podía gritar algunos vocablos como Bebecharcos, Mindundi, Culopollo, Amorfo, Tragaldabas que son demostrativos de la amplia lista que ofrece la lengua oficial. Puedo incluso entender que el Sr. Insultador, dado su origen, prefiera usar su lengua materna, entiendo, diciendo términos como Desvirgagallines (obvio, ¿no?), Borinot (escarabajo), Cap de meló (cabeza de melón), tafaner (miron), etc. Pero el tal no usó ni uno ni otro prefirió hacer un mal juego de palabras y unos cuantos términos que más que insultos son cuchillos clavados en el cuerpo de la ciudadanía.

El lenguaje parlamentario siempre usó la ironía como recurso del discurso, pero también es cierto que tal herramienta exige habilidad mental y verbal, ser capaz de decir lo contrario de lo expresado exige al irónico un cierto nivel intelectual. Cuestión, que es infrecuente, en aquellos mendaces que insultan como mejor herramienta de la disertación.

Espero que estos tiempos, aparte de traer un sistema parlamentario más activo , puedan también traernos un discurso parlamentario más acorde con el uso adecuado del lenguaje e incluso más rico , que es tanto como decir con más capacidad de comunicación con los parlamentarios y los ciudadanos.