La realidad del mundo de los jóvenes es algo que las sociedades suelen atisbar desde las distancias con enormes cargas de crítica hacia la nueva actitud ante la vida. Suelen las sociedades rasgarse las vestiduras de forma apocalíptica y quizás caigamos muy pocas veces en la cuenta de que la juventud no se hace a sí misma, sino que es la criatura de la sociedad que la hizo crecer y que esa sociedad refleja éxitos o fracasos en ese trabajo generacional.
Una parte del problema radica en la cantidad de veces que la familia y la sociedad en su conjunto rechaza y olvida ese papel de responsabilidad y entra en una especie de siesta educativa hacia la adolescencia a pesar de las voces de alarma que desde diferentes estamentos se vienen dando. En ese corto camino que es la adolescencia hay demasiados campos minados en los que algunos se quedan anclados para siempre y eso es un horror social del que somos responsables como sociedad.
Últimamente veo a muchos chavales enganchados al juego, auténticos ludópatas en la red enganchados al mundo de las apuestas futbolísticas; un clic y cientos de euros apostados al gol de Ronaldo. Y a semejanza de aquellas leyendas urbanas en las que mayores en la puerta de los colegios te daban caramelos con droga para engancharte, hoy regalan cientos de euros para que te inicies en su negocio de la ludopatía. Insisto, en los institutos tenemos chavales enganchados al juego que la sociedad del negocio del fútbol los está creando. La financiación de La mejor liga del mundo tiene muchas víctimas; alguien dirá que la juventud está podrida.