La alberca

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26 jun 2018 / 22:00 h - Actualizado: 26 jun 2018 / 20:10 h.
"Fin de pista"

El definitivo desagüe de la alberca –agua turbia hiriendo la tierra removida– marcaba la frontera de un tiempo nuevo. Se había acabado la rutina en aquel trozo de huerta. Había llevado el verano y con él, la cascada de agua limpia que regaba los naranjos y un breve puñado de frutales marcando la frontera para los baños.

Ha pasado mucho tiempo pero el recuerdo sigue rescatando los muros altos de aquel pilón cuadrado y encalado, adornado con caños de plomo viejo. Un depósito –en desuso– completaba aquel hermoso aguafuerte en el que pululaban vidas chiquitas y los rostros de los que tanto nos quisieron. Esos veranos que nunca volverán sabían a sandía y gazpacho pero olían a aquella agua entonada en verde creciente en la que competían los zapateros y navegaban los peces cabezones.

No, nunca habrá veranos como esos, rendidos a la sombra de una palmera que ya ni existe; enhebrados a las horas interminables de la siesta y condicionados por aquellos límites que marcaban la digestión como salvoconducto irrenunciable para comenzar el chapoteo. Esa alberca y su universo se cuelan ahora en el duermevela de la sobremesa mientras la televisión escupe una novela en la que nunca pasa nada. Pero la memoria, siempre la memoria, escoge ese camino corto para herirnos que Montesinos llevó a otros paraísos conocidos. Son esos demonios –viejos amigos– que aprovechan la penumbra y el calor espeso para recordarnos que hubo otro tiempo, el tacto de otras manos, aquellos relojes que siempre caminaban tan despacio.