Cualquier cosa que tenga que ver con el yihadismo es injustificable; desde la captación, adoctrinamiento y radicalización de jóvenes hasta, por supuesto, los atentados terroristas a los que nos tienen acostumbrados. Totalmente injustificable. Pero, tampoco, nada de eso es comprensible. Puestos a buscar razones que podrían llevar a un grupo de personas a extremos como este, no existe una sola en todo el universo. Ni una sola.
Los terroristas que se inmolaron hace unos días en Sri Lanka, asesinando a cientos de personas, eran jóvenes con estudios en el extranjero, pertenecían a familias acomodadas o ricas. Dos de ellos eran hermanos y la mujer de uno de ellos, cuando la policía llegaba a su casa para investigar, también se inmoló junto a sus dos hijos pequeños. Estaba embarazada. Que alguien explique esto.
Pues bien, este problema no se ha desplazado hasta los países asiáticos. Que nadie se equivoque. Los países europeos son (nunca han dejado de serlo) objetivos principales para el yihadismo. Y el problema se hace grande, de pronto, sin que las soluciones estén preparadas.
Cuando acaban las guerras lo que se hace es contar bajas, supervivientes y se reconstruye lo destrozado. Los hombres regresan a sus casas para intentar una vida normal, para trabajar y disfrutar de las familias y de los amigos.
Pero si hablamos del ISIS y de su guerra, la cosa cambia. Porque los que regresan son los que fueron voluntarios a pelear por una causa que nace del fanatismo y de la violencia, porque esos hombres pertenecen a un enorme grupo terrorista que siembra el terror en todo el mundo desde hace años, porque regresan para buscar, sin duda alguna, un nuevo escenario de guerra en países europeos, asiáticos o en cualquier lugar del mundo. Son miles de hombres los que llegaron a la guerra desde más de cien países de todo el mundo. Y, ahora, más de cien países del mundo tendrán que recibir a los supervivientes. Por tanto, tenemos un problema. ¿Están los países del norte de África, por ejemplo, preparados para afrontar este problema? Excepto en Marruecos, la respuesta es no.
Este movimiento de miles de hombres afectará a Europa de forma directa. Y, además, se añade una tendencia, muy europea, a fingir que aquí no pasa nada, que lo que ocurrió es cosa del pasado. Parece que así protegemos nuestra forma de vida, que la convertimos en intocable y eterna. Sin embargo, la amenaza existe, se encuentra latente en el mundo entero y no deberíamos bajar la guardia.
En España somos especialistas (por desgracia) en soportar atentados terroristas y sabemos que el dolor y sufrimiento que generan son brutales y desmedidos. También sabemos que la lucha policial y estar unidos sin tener en cuenta colores políticos, son fundamentales.
Regresan miles de personas de una guerra terrorífica en la que se han cometido actos de violencia casi inimaginables, regresan miles de personas intoxicados con ideas radicales que ya han sido interiorizadas y convertidas en formas de vida. Estos hombres y mujeres no están locos. Ojalá lo estuvieran porque con unas pastillas de colores se arreglaría el problema. Estos son convencidos y eso no tiene solución.
Hay que prepararse porque son muchos y estarán pegados unos a otros, espalda con espalda, observando hasta poder atacar.