Es admirable la labor que desde hace tres décadas viene desarrollando Cajasol con el flamenco. Recuerdo aquellos primeros ciclos de El Monte, cuando esta entidad entendió que había que contribuir a que se conociera nuestro arte en las peñas flamencas, con independencia de que estuviera en los teatros y hubiera conquistado ya los mejores escenarios del mundo gracias a los grandes artistas. He visto a todo un Manolo Sanlúcar hablando de la guitarra en peñas de pueblos y barrios, explicando qué era la música flamenca, esforzándose en educar a los aficionados. Lo hacía con el apoyo de El Monte y por iniciativa de Manuel Herrera Rodas, de Casariche, al que alguna vez habrá que agradecerle su lucha. Y ahí anda aún, dirigiendo ciclos de flamenco en Cajasol, programando con talento y apostando siempre por jóvenes artistas, por el futuro de lo jondo. Ojalá otras entidades y empresas privadas siguieran el ejemplo, porque las instituciones públicas hacen lo que pueden. El arte flamenco le aporta mucho a Andalucía y queda bastante por hacer, aunque pueda parecer que está todo más que hecho.