Viéndolas venir

La asignatura del flamenco

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Álvaro Romero @aromerobernal1
05 sep 2019 / 12:20 h - Actualizado: 05 sep 2019 / 12:23 h.
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  • Foto: EFE
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Como parece recurrente cada cierto tiempo, la Junta, ahora gobernada por el PP -y durante tanto tiempo por el PSOE-, vuelve a prometer una asignatura de flamenco, precisamente esa asignatura pendiente en Andalucía desde hace tanto. La idea, según parece, es impulsar una Ley del Flamenco -o sea, Flamenco por ley, que no es lo mismo que Flamenco de ley- que obligue al sistema educativo a integrar el flamenco, en sus tres manifestaciones de cante, toque y baile, en la enseñanza reglada de Primaria, Secundaria y hasta en la Universidad. Suena bien, pero una cosa es legislar y otra tocar las palmas.

El flamenco es una seña de identidad tan andaluza, que no solo habría que impulsarla en las aulas, sino hasta en el aire, pero desde luego no puede reducirse a una asignatura concreta, porque eso significaría reducir algo demasiado grande a la caricatura de un tópico y de tópicos ya vamos sobrados desde hace siglos. Estudiar el flamenco no significa que los niños tengan que aprender por ley a cantar por soleá, sino que supone un acercamiento transversal, desde todas las asignaturas y sin complejos, a nuestra Historia, tantas veces necesitada de intrahistoria; a nuestra Lengua, sobre la que hay que recordar su esencia comunicativa a base de tantas lenguas vivas, muertas o matadas; a nuestra Literatura, que empezó a sonar a compás en los crespúsculos del campo; a nuestra Ética, tantas veces en injusta rivalidad con la Estética; a nuestra Música, que siempre ha ido más allá del pentagrama.

Estudiar el flamenco supone estudiar economía y desamparo, moda y libertad, inmigración e integración, demografía y ordenación urbanística, política y asociacionismo. Y con esa base cimentada en nuestras nuevas generaciones, levantar el orgullo de ostentar desde Andalucía una de las manifestaciones artísticas y vitales más deslumbrantes y completas del mundo.

Evidentemente, para conseguir solo la mitad del objetivo habrá que contar con las peñas flamencas, sagradas transmisoras de este arte desde hace tanto, pero también con los artistas, los investigadores y, desde luego, con los maestros, que serán al fin y al cabo los encargados de transmitir la viveza del flamenco incluso a quienes no saben nada de él. Si todo esto se olvida antes de empezar, sabremos mucho antes de acabar que el Flamenco sigue sirviendo de brindis al sol cada cierto tiempo y nada más.