Iberia, La balsa de piedra, estuvo anoche flotando sobre nuestras cabezas, en el aire del consulado de Portugal en Sevilla, abarcando toda la maravillosa cúpula del edificio del 29. Cartel de lujo, intensas y rigurosas palabras para conmemorar los veinte años de la concesión del premio Nobel de literatura a José Saramago. Iberia, la unión a través de la cultura, de la palabra, de la paz, de la hermandad entre los pueblos, la unión en la diversidad frente a la dispersión cainita. Joao Queirós, el cónsul, fue el anfitrión. Junto a él, el consejero de cultura, Miguel Ángel Vázquez, la presidenta de la Asociación Feria del Libro de Sevilla, Esperanza Alcaide, ratificando que Portugal será el país invitado a nuestra feria de la Plaza Nueva en 2019, y un panel de ponentes que nos ofrecieron unas palabras magistrales sobre Saramago. Sólo Mercedes de Pablos, la coordinadora de la mesa, era mucho más que coordinadora y que directora del Centro de Estudios Andaluces, era una periodista académica no sé si decir de las de antes porque ella sigue ahí y es puro presente pero me refiero a esos periodistas –mujeres y hombres- que nunca se han conformado con sus estudios universitarios ni con fuentes de información uniformadas para todos y se han seguido formado por su cuenta, ofreciendo una lección a las nuevas generaciones de lo que debe ser un profesional de la información.
Junto a ella, otro periodista de esa misma escuela, Juan José Téllez, responsable del Centro Andaluz de las Letras, cuya intervención levantó algún que otro “¡bravo!” entre el público. Literatura pura con la mano invisible de Saramago escribiendo e inspirando a Téllez desde el aire vivificante del recinto. El profesor Antonio Molina aportó su sabiduría universitaria... y Pilar, como sencillamente la presentó Mercedes. Pilar del Río, la periodista que conocí allá por 1974, cuando los sacerdotes y periodistas José María Javierre y Carlos Ros conducían un periódico escolar llamado Saeta Azul. Pilar, la que me enseñó mis primeros pasos en el mundo del periodismo, la que desde las antenas de La Voz del Guadalquivir nos contaba noticias culturales y políticas, sobre todo culturales. No me extraña que ella y Saramago se enamoraran porque Pilar me demostró siempre una atracción especial por el mundo literario. Por entonces ya estaba yo armando jaleo con el colectivo cultural Gallo de Vidrio que se fundó en 1972 y al que en 1974 la Cadena Ser –con Iñaqui Gabilondo al frente y Manolo Barrios impulsando programas literarios- obsequió con el galardón “Sevillanos del año” en el apartado Literatura.
Pilar sabe transmitir un mensaje con fondo sin prescindir de un desenfado intelectual y de un gracejo en su forma de llegar hasta nosotros, muy propio de ella. Nos habló del significado que la novela La balsa de piedra encierra en lo referente a una península ibérica que proyecta su historia sobre Europa a la vez que recibe la riqueza cultural del continente al que pertenece. Nos recordó el papel protagonista que Saramago le solía otorgar a la mujer en sus obras; sin alharacas, fue siempre Saramago un precursor de esta época donde ya es imparable la dignificación de la mujer y la necesidad de que todos los que fuimos creciendo en el régimen franquista –y en la sociedad actual- asumamos al cien por cien esta realidad: se abre paso la dignidad de los seres humanos, empezando por la mujer. La dignidad que Saramago quería para los todos sin distinción de nada. Las intervenciones de Molina y Téllez –inspiradas por Saramago- demostraron que el novelista portugués era el ateo comunista más espiritual de nuestra época, qué verdad encierran las palabras de Saramago cuando reflexiona y argumenta sobre nuestro entorno más amplio, que enorme empatía, ¿por qué no toman nota de ellas quienes deberían hacerlo e intentan dejar de estar poseídos por su impúdica codicia?, ¿qué representa ahora Saramago para los nativos digitales, cuando todavía está reciente su marcha física de este mundo?
El acto de anoche fue puro presente que mira, se preocupa y predice el futuro, tendremos que ser nosotros los responsables de que las generaciones venideras no olviden que existió un hombre con verdadero amor por el prójimo. Pilar del Río está cumpliendo magistralmente esta misión. Es imprescindible estar a su lado, seguir a su lado, subirse a esa balsa de piedra donde Pilar atesora la herencia sabia de Saramago para llevarla –de puerto en puerto- por todos los mares del planeta.