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La basura

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Álvaro Romero @aromerobernal1
09 abr 2018 / 17:59 h - Actualizado: 09 abr 2018 / 17:59 h.

Cada vez que volvemos del supermercado, traemos más peso en papel, plástico, cartón y adhesivos inútiles que en alimentos. Y todo ello sin necesidad de que en la cesta de la compra aparezcan siquiera la leche, la carne, el pescado o la fruta. A estas alturas, son materias primas demasiado primarias, o demasiado lejanas... No hace mucho que merendábamos un mollete con chóped del que no quedaban ni las migajas, que nuestros padres reutilizaban los botes de cristal de zumo para prensar tomate de cara al invierno, que el gazpacho era una obligación estival de las tres de la tarde, que las cáscaras de las frutas de nuestros postres hilaban una cadena alimenticia, sin salir de casa, con las gallinas del corral, que volvían a comerse las cáscaras de sus propios huevos y hasta las conchas de los caracoles primaverales cuyas gaseosas acompañantes venían y volvían en una botella doméstica a la que llamábamos casco... Entonces, cuando no se había popularizado la expresión comida-basura –ni siquiera la telebasura–, porque las sobras de todas las comidas no eran desechos, sino nuevos ingredientes para la siguiente, tampoco nos veíamos en la necesidad –o el complejo, o el lavado de conciencia– de reciclar, no solo porque no había contenedores de tantos colores, sino porque todo el reciclaje se hacía de puertas para adentro.

En mi pueblo, un grupo de estudiantes ha colocado en medio de un llano masacrado por los escombros una leyenda hiriente para con los adultos, de quienes solo a veces reciben educación medioambiental que se queda en la moralina del consejo teórico: «La basura que usted tira no habla, pero dice mucho de usted». El cartelito ha escocido porque supone un rebote juvenil contra quienes sentían la exclusividad de echar broncas. Pero también ha sido el símbolo marchito de ese desfase generacional por el que jóvenes y adultos nos reñimos mutuamente sin saber qué hacer con tanta basura después de habernos deseducado de aquella congénita ecología de no producirla.