Adelantábamos en La Tostá del pasado día 27 de junio que algo se movía en las tripas de la Bienal de Flamenco y que se estaba preparando un cambio en la dirección del festival, porque existían problemas y había que afrontar con ciertas garantías la próxima edición, la vigésima, con una programación especial que pudiera marcar un nuevo camino en la línea a seguir. En el Pleno Municipal de ayer, el delegado de Cultura, Antonio Muñoz, dijo que «la Bienal necesita un cambio de rumbo y de dirección», así que el cese del actual director, Cristóbal Ortega, será inminente. Se había venido retrasando, entre otras razones porque en el ICAS no saben muy bien por dónde tirar, a quién poner como director y qué clase de Bienal hacer. Parece que lo que sí tienen claro es que sería buena idea contar con dos responsables, el administrativo y el artístico, con funciones bien delimitadas para evitar en el futuro que se vuelvan a falsear las cuentas de la cita, como ha ocurrido en esta última edición, y que el festival salga de la rutina y afronte el futuro con mejores garantías. Y, sobre todo, para que se programe con solvencia y no vuelvan a surgir chapuzas con las galas inaugurales, que den mala imagen del festival. Porque aunque presumamos de que la Bienal es el mejor festival flamenco del mundo, lo cierto es que en los últimos años han surgido otras grandes citas, tanto en España como fuera, que están funcionando mejor con menor presupuesto. Nuestro festival ha caído en la rutina y, además, recibe muchas quejas por parte de los aficionados por abusar de un flamenco poco genuino.